Si identificamos ese tema principal, podemos entender algunos de los versículos más controversiales en la carta. Acuérdese que leímos en la carta a los romanos: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley (Romanos 3:28). Nuestra salvación es por el oír el evangelio por fe (Romanos 10:17). Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo… Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado… Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Romanos 10:8-9, 11, 13).
Según Pablo, muchos de los israelitas no han alcanzado la salvación porque tropezaron en el hecho de que la salvación es por fe aparte de las obras: Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley… Yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree (Romanos 9:31-32; 10:2-4).
También en la carta a los gálatas, Pablo enfatiza que nuestra salvación es por el oír el evangelio con fe, una fe en que perseveramos sin volver a las obras de la ley. Pablo reprende a los gálatas por pensar que su salvación empieza con la fe en el evangelio pero luego se mantiene por las obras de la ley: ¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad…? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? (Gálatas 3:1-3) Con palabras muy fuertes les asegura: De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído (Gálatas 5:4).
Pero en la lectura para hoy, la carta de Santiago parece contradecir todo lo que dijo Pablo sobre la salvación: Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?... La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Santiago 2:14, 17). No sólo parece contradecir todo lo que dijo Pablo sino que, igual como Pablo, acude al ejemplo del Abraham y aun al mismo versículo, Génesis 15:6, para demostrar que su enseñanza es verdadera: ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe (Santiago 2:20-24).
A primera vista, parece una de las contradicciones más notorias en la Biblia. Pablo por un lado dice que la justificación con Dios es por fe sin obras; Santiago por el otro lado dice que la justificación con Dios es por obras, no solamente por la fe. Nos hace pensar que si tuviéramos a los dos apóstoles juntos hoy, se entrarían en un debate fuerte sobre la justificación con Dios igual como dos candidatos de partidos políticos opuestos se lanzarían en debate para ganar el mismo puesto político.
Pero tal imaginación sería muy lejos de la verdad. Esta “contradicción” es sólo aparente, y si leemos con más cuidado, vemos que Pablo y Santiago están completamente de acuerdo en la forma de ser justificado con Dios.
Primero, note que Pablo y Santiago definen la palabra “justificación” con algunas diferencias. Pablo habla de la justificación como el estado legal de aprobación regalado por Dios gratuitamente en el momento mismo de escuchar el evangelio con fe: La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús (Romanos 3:22, 24). En cambio, Santiago habla de la justificación como la aprobación de Dios declarada en un momento más tarde en la vida, cuando evalúa la evidencia de la fe desde el momento de la conversión hasta el final. Note su énfasis desde los primeros versículos de la carta en todo el transcurso de la vida: Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna (Santiago 1:2-3). Ambos ven en la palabra “justificación” la aprobación de Dios; Pablo se concentra en su momento inicial, de donde continúa la aprobación por la eternidad; Santiago se concentra en un momento mucho después, cuando Dios evalúa las obras de una vida aprobada.
Por esta diferencia de perspectiva temporal, Pablo refiere a la vida de Abraham en Génesis 15:6 para presentar la evidencia por el momento inicial y completo de la justificación (Romanos 4:1-5); Santiago refiere ambos a Génesis 15:6 y 22:16-18 para presentar la evidencia por la confirmación de esta justificación inicial al ver la fe puesta en evidencia en el transcurso de una vida.
Segundo, note que Pablo y Santiago describen dos clases de fe muy diferentes. Cuando Pablo habla de la justificación por medio de la fe sin obras de la ley, describe una fe viva, robusta y en crecimiento que se pone en evidencia al transcurso de la vida. Por ejemplo, así describe la fe de Abraham: Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia (Romanos 4:18-22). Santiago no reprende esta clase de fe sino su opuesto, una fe falsa y muerta que engaña al que piensa que tiene una fe verdadera. La reprende por describir, igual como Pablo, la fe viva, robusta y creciente de Abraham: ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? (Santiago 2:20-22). Ambos Pablo y Santiago están de acuerdo sobre la fe que salva y describen la fe viva y abundante de Abraham; Pablo la describe para identificar la fe verdadera en Cristo Jesús; Santiago la describe para ponerla en contraste con una fe que existe de labios solamente.
Tercero, note como Pablo y Santiago describen dos clases de obras muy diferentes. Como vimos en las citas arriba de Romanos 9:31-32 y 10:2-4, Pablo habla de las obras de la ley que algunos practican con el motivo incorrecto de ganar la justificación de Dios, la justificación que sólo viene por medio de la fe en Jesucristo. Al decir Santiago: La fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Santiago 2:17), se refiere a las obras de amor y misericordia que se espera ver como evidencia de la fe cristiana: La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo. Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas… Si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que nos necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? (Santiago 1:27 – 2:1, 15-16) Acuérdese que Pablo no niega la práctica de obras de amor y de misericordia; en cambio, dice: El que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor (Romanos 13:8-10).
Para resumir: Pablo y Santiago no se contradicen en enseñar sobre la justificación. Hay que tomar en cuenta:
1) Los dos miran y definen la justificación desde momentos diferentes en la vida del creyente;
2) refieren a dos clases diferentes de la fe: Pablo describe una fe viva y abundante; Santiago lo hace también pero sobre todo para reprender una fe muerta y engañadora; y
3) los dos se fijan en obras diferentes: Santiago aprueba las obras de amor y de misericordia como evidencia de la fe verdadera; Pablo lo hace también, pero se concentra en reprender las obras por las cuales uno intentaría a ganar la aprobación de Dios que sólo viene por medio de la fe en Jesucristo.
Note que por usar el mismo vocabulario por temas parecidos, por argumentos diferentes en situaciones muy diferentes, suena como si Pablo y Santiago estuvieran en contradicción. En realidad, por investigar en más detalle su trasfondo, vemos que los dos apóstoles están de acuerdo. ¿Habrá algunos versículos breves que expresen mejor estos puntos y que demuestren que Pablo y Santiago están de acuerdo? Creo que sí. Miremos Efesios 2:8-10:
“Porque por gracia” – Por el amor iniciado y regalado por Dios, inmerecido por nosotros, dado gratuitamente, dado enteramente por la voluntad de Él,
“sois salvos” – Note la voz pasiva. Dios nos salva; nosotros somos receptores de su salvación.
“por medio de la fe” – Como hemos visto tantas veces en las cartas de Pablo, la salvación es por la fe en Jesucristo: la seguridad de ser justificado por su crucifixión y su resurrección, de poder disfrutar ahora su intercesión en el cielo y de esperar su segunda venida, todo lo que el evangelio explica sobre nuestro Señor.
“y esto no de vosotros” – Es aún más claro en el griego del Nuevo Testamento que la palabra traducida “esto” refiere al conjunto de todo lo que acabamos de ver: la gracia, la salvación y la fe. Todo esto no viene de nosotros; no se inicia en nosotros.
“pues es don de Dios” – Todo esto es un regalo de Dios; es su provisión por nuestra salvación.
“no por obras” – Otra vez, como hemos visto muchas veces, no podemos ganar ni merecer ni la gracia, ni la salvación ni la fe.
“para que nadie se gloríe” – Si alguna de éstas ganáramos por nuestros esfuerzos, por nuestras obras, nosotros recibiríamos la gloria y no Dios. En cambio: Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos (Romanos 11:32).
De acuerdo con lo que hemos visto tantas veces en Pablo, la salvación no viene por obras. Pero siga leyendo a Efesios 2:10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras.” Nuestra salvación sin obras no significa que vivimos una fe sin obras. Las obras no nos ganan la salvación sino que se ponen en evidencia después, dándoles a entender a todos de que somos salvos por fe en Cristo Jesús. Por esta razón somos creados en Cristo Jesús y salvos por Él: para buenas obras.
“las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” – Aún nuestras buenas obras son manifestaciones del poder y la gracia de nuestro Padre celestial. No son para que nos jactemos ni para que mantengamos nuestra salvación. Son la evidencia posterior que demuestra que Dios nos ha salvado por gracia, por su gloria y por fe sin las obras de la ley.
Y el énfasis de Santiago es que nos examinemos para asegurar que producimos de acuerdo con la salvación por gracia por medio de la fe: Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombre de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas (Santiago 1:17-18). Él nos hizo nacer por la palabra de verdad (el evangelio), y lo hizo de su propia voluntad. Por eso, que vivamos de acuerdo con esta buena dádiva, manifestando por nuestras acciones que somos primicias de sus criaturas.