¡El pueblo dirigido en adoración a Jehová! Eso es lo que deseamos ver. Seguramente todo va a seguir adelante, viento en popa.
En realidad, ¿quién entre ellos se habría imaginado en ese momento que las dificultades verdaderas ni habían empezado?
Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así… (Éxodo 5:1) ¡Tanta confianza en el plan y la palabra de Jehová!
Pero la respuesta de Faraón es muy reveladora y prepara lugar por todo lo que va a pasar en los próximos 11 capítulos: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? (Éxodo 5:2) El hombre más poderoso del planeta no simplemente va a doblar rodilla a la mera mención de un nombre, aún menos si es el nombre del Dios de unos esclavos. Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel (Éxodo 5:2).
Pero Faraón no simplemente dice que no. Ve que es más que una petición por unos días de vacaciones. Esos esclavos no piden adorar a un dios egipcio sino el Dios suyo. Piden lugar para obedecer y adorar una autoridad distinta a las que reconocía el trono egipcio. Y si esos esclavos numerosos se sienten una libertad y un alivio en adorar al suyo, si empiezan a identificarse y a obedecer una autoridad distinta a la de sus gobernantes egipcios, si empiezan a encontrar una legitimidad por medio de su propia organización religiosa, ¿en qué se va a parar, sino en una rebelión?
Entonces, no sólo les dice: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas (Éxodo 5:4). Como ellos empezaron su petición por decir: Jehová el Dios de Israel dice así… (Éxodo 5:1), Faraón quiere enseñarles quién verdaderamente tiene autoridad en Egipto: Y mandó Faraón aquel mismo día… (Éxodo 5:6)
Y según parece, la palabra de Faraón es mucho más eficaz que la palabra de Jehová. Se agrava la esclavitud de los israelitas, e inmediatamente gimen del dolor. Se quejan públicamente de la autoridad de Moisés y Aarón, y aún Moisés mismo tiene que clamar a Jehová: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo (Éxodo 5:22-23). Faraón 1, Jehová 0.
Pero a pesar de que la situación ha deteriorado de mal a peor, note un detalle muy importante. Moisés no se desespera. No reconoce en Faraón una autoridad superior ni aún comparable con Jehová; clama a Jehová con la seguridad de que Él es más poderoso que Faraón, sólo que está confundido porque Jehová no actuó como esperaba.
Note también que Jehová responde a la fe de Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra (Éxodo 6:1). En una respuesta que subraya cinco veces su nombre, Jehová confirma su pacto, sus promesas y la obra nueva que está por hacer. Y luego, la lectura termina con la genealogía de Aarón como recordatorio de su legitimidad como representativo de Jehová aún en estos tiempos cuando parecía que tenía ningún poder ni autoridad.
Y al terminar esta lectura, debemos reflexionar: ¿A quién clamamos en medio de las dificultades? Cuando se presentan contratiempos y especialmente cuando nos oprimen las injusticias, ¿cómo reaccionamos? ¿Nos consumimos en ansiedades, preguntándonos cómo podemos manipular o convencer a las autoridades que nos causan dolor? ¿O vemos que el mejor uso de nuestro tiempo es el arrodillarnos y clamar de corazón al Todopoderoso?
Que el ejemplo de Moisés aquí, el primero de muchos de Moisés en la oración, nos anime a presentar nuestras peticiones a Jehová también.