Así pasa en Zacarías 7 – 8 cuando unos representativos mandados por el pueblo de Bet-el les pregunta a los sacerdotes en Jerusalén sobre el ayuno: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años? (Zacarías 7:3) Probablemente buscaron una respuesta simple de “sí” o “no” con una razón breve, pero la respuesta de Zacarías llena dos capítulos. Pero lejos de fastidiarse por la extensión de la respuesta, los representativos deben celebrarla, porque manifiesta la atención íntima y cuidadosa que tiene Jehová por sus almas.
La respuesta de Jehová les dirige a los representativos de Bet-el a la verdadera religión. Los ritos religiosos sin misericordia a los necesitados no tienen valor delante de Jehová (Zacarías 7:9-10). Ellos deben haber aprendido por el castigo dado a sus padres que la pregunta correcta no es: ¿guardaremos nuestro ayuno tradicional? sino ¿está en evidencia la misericordia en nuestras relaciones con los necesitados? (Zacarías 7:7-14)
Pero en vez de simplemente reprenderles por la pregunta, Jehová les responde por su gracia abundante. Les da un mensaje del celo de Jehová por Jerusalén y la seguridad con que la va a bendecir: Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, dice Jehová de los ejércitos, y no me arrepentí, así al contrario he pensado hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días; no temáis (Zacarías 8:14-15). Por eso van a tratar a sus hermanos con misericordia, y verán sus días de ayuno y luto convertidos en celebración, su poca influencia convertida en justicia a las naciones.