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2 Corintios 10 - 13

19/10/2011

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         La justificación de Pablo de su ministerio ahora se ha puesto más urgente.  Algunos lo han comparado desfavorablemente con unos “grandes apóstoles” que promocionan en la iglesia en Corinto, hombres que en realidad “son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Corintios 11:5, 13).  Mientras algunos miembros de la iglesia andan enamorados de sus ministerios, Pablo de lejos reconoce el gran peligro espiritual y se enciende en celo por la pureza de la iglesia: Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.  Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo (2 Corintios 11:2-3).
         Como los corintios lo comparan con esos “grandes apóstoles”, Pablo se ve obligado a compararse también, pero de una manera sorprendente; se gloría de sus debilidades, las que permiten que el poder de Cristo repose sobre él: Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Corintios 12:10).  ¿Qué admiran en realidad los corintios: las muestras mundanas del éxito que promocionan los falsos apóstoles, o el verdadero poder de Cristo manifestado a través de la debilidad?
         El peligro de los falsos apóstoles continúa hasta el día de hoy.  Impresionan por sus ministerios llamativos, sus testimonios triunfales, su astucia en organizar a la gente, sus iglesias palaciales y sus dones comunicativos incomparables… pero, ¿de veras comunican el evangelio de Jesucristo?  ¿Explican la única salvación que hay, la salvación de la ira justa de Dios por nuestros pecados por medio de la fe en Jesucristo, sin las obras de la ley?  ¿Imitan en realidad a Jesucristo, al que: por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos (2 Corintios 8:9)?
         Que nuestras iglesias entiendan claramente el evangelio y se sientan el celo por guardarlo puro, sin adulteración.
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2 Corintios 5 - 9

19/10/2011

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         Entre los temas de ayer, vimos que Pablo explicó la aparente falta de gloria y triunfo en su ministerio.  Esta explicación sirve de entrada al tema principal de la lectura de hoy.  Les escribió a los corintios que entendieran su ministerio no según una vista mundana sino de acuerdo con una que considere lo invisible.  Ahora Pablo extiende la lección para cambiar la perspectiva de los corintios sobre el mundo visible y la eternidad.
         Nuestra prioridad personal es siempre lo eterno: Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.  Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial (2 Corintios 5:1-2).
         Pero no quiere decir que menospreciamos el mundo y nuestros cuerpos: Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo (2 Corintios 5:10).  Los cristianos no negamos el mundo y lo corporal sino que reconocemos su relación con lo eterno y los utilizamos para dirigir la atención a la gloria eterna.  Por eso Pablo y sus compañeros se ven como embajadores de Dios que ministran aquí en la tierra, sirviendo y sufriendo por su reconciliación por medio de Cristo (2 Corintios 5:16-21).
         Es precisamente por eso que Pablo y sus compañeros tienen que sufrir; son embajadores de Dios en un mundo que persiste en rebelión, que no se ha reconciliado con él.  Y en vez de menospreciarlos por esta falta aparente de gloria, los corintios deben amarlos más (2 Corintios 6:11-13) y participar con ellos, no en unirse con el mundo sino por limpiarse de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 6:14 – 7:1).
         Por eso, los corintios deben arrepentirse igual como hicieron en la carta previa (2 Corintios 7:8-12).  Pero esta vez, deben arrepentirse del menosprecio con que han considerado a Pablo y a sus compañeros: Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.  (2 Corintios 7:2; vea también 6:11-13).  Y al corresponder el amor que Pablo tiene por ellos, todos pueden disfrutar la consolación de Dios en su relación restaurada (2 Corintios 7:3-7, 13-16).
         Para resumir, la cruz de Jesucristo ha cambiado por completo la relación entre el cielo y la tierra.  Pablo, sus compañeros, los corintios y nosotros los cristianos somos una nueva creación con la ciudadanía en los cielos.  Nuestras palabras y forma de vivir deben proclamar al mundo: Reconcíliese con Dios.  No debemos (como los corintios hizo a Pablo) menospreciar a los siervos de Dios por su pobreza, sus sufrimientos, su falta de una retórica pulida ni su falta de las muestras del éxito mundano.  En cambio, debemos arrepentirnos de nuestro aprecio de las vanidades lucientes del mundo para identificarnos con nuestros consiervos en amor.
         Y este entendimiento sirve de entrada para capítulos 8 y 9.  Si pensamos de acuerdo con la gloria eterna, no vamos a tener ninguna dificultad en compartir nuestras riquezas terrenales con los hermanos a quienes amamos.  Al contrario, nuestra ayuda resaltará en generosidad y gozo.
         Como vemos, la cruz de Jesucristo, además de salvarnos de la condenación del pecado y hacernos renacer en nueva vida, también transforma nuestra relación con el mundo y con los demás siervos de Dios.  Que pensemos no en imitar el mundo sino en transformarlo en Cristo Jesús.
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2 Corintios 1 - 4

18/10/2011

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         Al empezar la segunda carta a los corintios, de nuevo notamos una diferencia con la carta a los romanos.  Cuando Pablo les escribió a los romanos, nunca había visitado a Roma ni se había comunicado con ellos anteriormente.  Por eso toda la carta forma una presentación íntegra y completa.  Pero cuando escribió las cartas a los corintios, se comunicaba con una iglesia que él había fundado, a gente con que había compartido muchas experiencias y a quienes había escrito otras cartas que no tenemos hoy.  Por eso, el leer las dos cartas a los corintios es como ser forastero y entrar de repente en medio de una conversación en que todos los demás se conocen bien.  Las palabras fluyen entre ellos mientras nos quedamos con las incógnitas: ¿Qué pasó?  ¿Qué discuten?  ¿A quiénes se refiere?  ¿Por qué habla así?  ¿Cómo van a responder los oyentes?  Pero gracias a Dios hay algunos temas principales que nos pueden guiar por la lectura.
         Pablo repite uno de los temas principales de 2 Corintios en 1:3-11: la consolación de Dios en medio de las tribulaciones.  Aunque nos gustaría saber lo que es, sólo podemos imaginar lo que es la tribulación que les sobrevino en Asia (2 Corintios 1:8).  De todas formas, podemos identificar que Dios los liberó en respuesta a la oración de muchos, y esta experiencia sirve para consolar a Pablo y a los corintios junto con él.  Nos enseña a estar atentos en oración a las necesidades de nuestros hermanos en Cristo, listos a gozar o a llorar junto con ellos por el amor que nos une en el evangelio.
         Pablo se preocupa en esta lectura por la reacción de los corintios a varios inquietudes que tienen.  Que no se desesperen de Pablo porque no pudo visitarlos cuando lo esperaban (2 Corintios 1:15-24).  Que se den cuenta de que el motivo de la carta previa era el amor, no el deseo de contristarlos (2 Corintios 2:1-4).  Que reciban al hermano arrepentido, y que sepan que Pablo lo ha perdonado también (2 Corintios 2:5-11).
         También se preocupa por una falsa doctrina de la justificación que ha entrado la iglesia.  Parece que algunos enseñan que uno no es justificado por fe sin las obras de la ley (como Pablo dijo en la carta a los romanos, por ejemplo en Romanos 3:28) sino por una combinación de la fe en Jesucristo junta con la obediencia a la ley.  Para combatir esta falsa doctrina, Pablo describe la diferencia entre el ministerio de la ley y el ministerio del Espíritu que la ha superado (2 Corintios 3:7-18).
         También encuentra la necesidad de explicar la falta de gloria y triunfo en su ministerio.  Pablo lleva el mensaje glorioso del evangelio y el poder del Espíritu Santo.  ¿Por qué se manifiesta tanta debilidad y sufrimiento en su ministerio, entonces?  Parece que algunos de los corintios aún menosprecian el ministerio de Pablo por sus debilidades a tal punto que él se siente la necesidad de justificarlo… ¡ante los mismos que recibieron la vida eterna por medio de su predicación! (2 Corintios 2:14 – 3:3)  Luego Pablo explica: Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros (2 Corintios 4:7).  Y les acuerda de que si desean evaluar su ministerio, tienen que hacerlo por una regla que considera lo invisible: Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18).
         En resumen, podemos decir que esta lectura refleja el corazón pastoral de Pablo.  Aquí hace el trabajo de un pastor: aconseja, consuela, enseña, explica, contesta la falsa doctrina para proteger al rebaño, justifica su ministerio a los que no lo entienden, restaura y llora porque reconoce que el destino eterno de las almas está en peligro si no responden a estas pruebas según el evangelio.  ¡Y hace todas estas acciones simultáneamente, en el mismo mensaje!  Así es la obra pastoral.  Para estas cosas, ¿quién es suficiente? (2 Corintios 2:16)  Que Dios dé fuerza, discernimiento, sabiduría, consolación, gozo y esperanza a todos los que pastoreamos, enseñamos y ministramos a su rebaño según el verdadero evangelio.
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    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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