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Deuteronomio 7 - 8 y Salmo 101

27/2/2012

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         Tuvimos una introducción a la guerra santa en Números 31 cuando los israelitas destruyeron a los madianitas en la región de Moab.  Ahora Deuteronomio 7 declara más leyes sobre la guerra santa, específicamente contra los cananeos.  Además de las leyes y las razones por ellas, las bendiciones por obedecerlas y las maldiciones por desobedecerlas, acuérdese de lo que vimos sobre la narrativa histórica los últimos dos días y note la referencia histórica que anima su obediencia: No tengas temor de ellas; acuérdate bien de lo que hizo Jehová tu Dios con Faraón y con todo Egipto; de las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa y el brazo extendido con que Jehová tu Dios te sacó; así hará Jehová tu Dios con todos los pueblos cuya presencia tú temieres (Deuteronomio 7:18-19).  Otra vez: el pasado, para obediencia presente, para disfrutar bendiciones futuras.
         Mientras la redención poderosa de los israelitas de la esclavitud en Egipto es el eje histórico por las leyes de Deuteronomio 7, el siguiente capítulo toma la jornada en el desierto por tema histórico.
El pasado: Te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto… (Deuteronomio 8:2-5)
El presente: Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole (Deuteronomio 8:6).
El futuro: Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra… (Deuteronomio 8:7-10)
Punto de agradecimiento en adoración: Como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga (Deuteronomio 8:5; vea también Hebreos 12:5-13).

Luego se presenta una variación en este orden en Deuteronomio 8:11-20:
El futuro prohibido: No suceda que comas y te sacies… (Deuteronomio 8:11-14)
¿El problema?  Se les olvidó el pasado: Y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso… (Deuteronomio 8:14-17)
¿La resolución?  En el presente: Acuérdate de Jehová tu Dios (Deuteronomio 8:18-20).
Punto de agradecimiento en adoración: Acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas (Deuteronomio 8:18).

         Al conquistar la tierra prometida y al disfrutar las riquezas de la tierra, los israelitas caminarán en obediencia a Jehová por una memoria histórica viva.
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Deuteronomio 4 - 6 y Salmo 19

26/2/2012

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         Deuteronomio 4 – 6 es una lectura ejemplar de lo que aprendimos ayer sobre la narrativa de la historia en el libro de Deuteronomio.  Moisés cuenta la historia de Éxodo 19 – 20, la llegada de la Presencia de Jehová al monte Sinaí y su presentación de los Diez Mandamientos.  No lo hace por ningún interés en las antigüedades ni por un ejercicio sicológico de auto-conocimiento sino que narra esta historia (el pasado) para animar al pueblo del pacto mosaico a la obediencia ferviente (el presente) para recibir el cumplimiento de las promesas (el futuro).
         Por ejemplo, en Deuteronomio 4:10-12 Moisés vuelve a contar los eventos impresionantes en Sinaí en Éxodo 19:16-19 como el fuego, las tinieblas, y el sonido de la voz de Jehová, y añade un detalle que no fue mencionado directamente en Éxodo 19: A excepción de oír la voz, ninguna figura visteis (Deuteronomio 4:12).  Y es más que un detalle; es una lección digna de toda su atención: Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna (Deuteronomio 4:15-16).
         Y Moisés les comunica que no sólo tienen la obligación presente de guardar esta lección sino también la responsabilidad de enseñarla en el futuro: Cuando hayáis engendrado hijos y nietos, y hayáis envejecido en la tierra, si os corrompiereis e hiciereis escultura o imagen de cualquier cosa, e hiciereis  escultura o imagen de cualquier cosa, e hicieres lo malo ante los ojos de Jehová vuestro Dios, para enojarlo; yo pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, que pronto pereceréis totalmente de la tierra hacia la cual pasáis el Jordán para tomar posesión de ella; no estaréis en ella largos días sin que seáis destruidos (Deuteronomio 4:25-26).  Si guardan la lección de Éxodo 19:16-19, reconocerán que Jehová es incomparable, y disfrutarán el cumplimiento de sus bendiciones futuras: Aprende, pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.  Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre (Deuteronomio 4:39-40).
         De igual manera necesitan acordarse de los Diez Mandamientos.  No sólo se van a acordar de los mandamientos mismos repetidos en Deuteronomio 5:6-21 sino de la actitud histórica con que los recibieron: Ahora, pues, ¿por qué vamos a morir?  Porque este gran fuego nos consumirá; si oyéremos otra vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos.  Porque ¿qué es el hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva? (Deuteronomio 5:25-26).  Jehová aprobó esta actitud: ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre! (Deuteronomio 5:29)  Una lección del pasado, para estimularlos a la obediencia presente, para que sean capaces de recibir las bendiciones futuras: Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer (Deuteronomio 5:33).
         Los israelitas no sólo deben estar de acuerdo con esta forma de narrar la historia; la tienen que reproducir: Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? (Deuteronomio 6:20)  Los israelitas contestarán por repetir su historia con el mismo fin de despertar la obediencia presente de su hijo para que experimente el cumplimiento de las promesas de Jehová también: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa…  Nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy… (Deuteronomio 6:21-25)
         Como vimos ayer también, esta forma de narrar la historia debe impactar las almas de los israelitas no sólo para obediencia sino para adoración santa en reconocimiento de sus atributos únicos de Jehová: ¿Qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? (Deuteronomio 4:7)  Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso (Deuteronomio 4:24).  Dios misericordioso es Jehová tu Dios, no te dejará, ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres (Deuteronomio 4:31).  A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él (Deuteronomio 4:35).  Es decir, la narrativa de la historia israelita tiene el fin de animar al oyente a una relación viva con su Dios incomparable: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.  Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas (Deuteronomio 6:4-5).
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Deuteronomio 1 - 3 y Salmo 136

24/2/2012

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         Mientras continuamos las lecturas de la quinta sección de la Biblia sobre la preparación, la entrada y la conquista de la tierra prometida (Números 11 – Josué 24), pasamos del libro de Números al libro de Deuteronomio.  Unas observaciones nos ayudarán a entender este nuevo libro.
         Primero, note la importancia del libro de Deuteronomio en toda la Biblia.  Todos los libros de la Biblia son la palabra de Dios; todos tienen una importancia única en su revelación de Jehová al ser humano.  Pero entre ellos, algunos tienen más influencia que otros.  El libro de Deuteronomio es uno de los más impactantes de toda la Biblia.  Su concepto de la historia va a gobernar todos los libros históricos del Antiguo Testamento.  Su identificación del profeta va a regir sobre todos los libros proféticos.  De todo el Antiguo Testamento, Deuteronomio es el libro más citado por Jesucristo.  Y en el resto del Nuevo Testamento, sólo citan con mayor frecuencia a Salmos y a Isaías.  Es decir, si un lector hoy no entiende bien el libro de Deuteronomio, le será muy difícil entender el resto de la Biblia.  En cambio si lo entiende bien, tiene una buena fundación para crecer en su entendimiento de todo lo demás.
         Segundo, será muy difícil si no imposible entender Deuteronomio si se nos olvida todo lo que aprendimos del pacto mosaico de Jehová con Israel desde el libro de Éxodo hasta el fin de Números.  Deuteronomio es una pausa en camino a la tierra prometida para recopilar, explicar y confirmar el pacto de Jehová a la nueva generación que por fe está por entrar su heredad prometida.
         Tercero, para entender Deuteronomio es necesario reconocer su presentación de la historia santa.  Son muy útiles las observaciones de Peter Craigie (The Book of Deuteronomy, New International Commentary on the Old Testament, Eerdmans, 1976) sobre la historia en el libro de Deuteronomio; por eso, las voy a citar a continuación:
         "Entonces la historia en el Israel antiguo no era una disciplina científica; tampoco era una búsqueda del pasado motivada por intereses en las antigüedades, ni un ejercicio filosófico de la auto-conciencia en el trasfondo de los eventos del pasado.  La historia reveló lo que Dios había hecho por su pueblo; dio a entender su voluntad.  El papel de la historia en Deuteronomio se relaciona con este punto central.  Primero, la historia fue utilizada para despertar la memoria; segundo, la historia sirvió para producir la visión y la anticipación.  Es decir, la historia abraza ambos el pasado y el futuro, pero sólo es crítico para el presente; la memoria de las acciones pasadas de Dios y la anticipación de sus acciones futuras son la estructura del compromiso presente a Dios en la renovación del pacto.  La historia es entonces una dimensión de la relación continua entre Dios y su pueblo.  El pasado retrata la fidelidad de Dios en esta relación y guarda la promesa de la continuación de esta relación.  A la vez el pasado puede recordarle a la gente de su infidelidad o la infidelidad de sus antepasados, y así puede impresionarle con la urgencia de un compromiso presente para asegurar el futuro de la relación.  Este sentido de la historia crea un medioambiente de urgencia y contingencia que inunda todo el libro de Deuteronomio" (Cragie, pág. 40).
         Por ejemplo, note en la lectura para hoy que Moisés vuelve a contar la incredulidad de la generación previa de que leímos en Números 14 (ahora descrita en Deuteronomio 1:26-33).  Y cuando pasa tanto tiempo en describir el viaje alrededor de Edom, Moab y Amón en Deuteronomio 2:1-23, no lo hace por accidente ni porque le interesa la geografía.  Es para señalar a los israelitas que estos pueblos que no tienen pacto con Jehová… ¡recibieron su tierra directamente por su benevolencia!  Yo he dado por heredad a Esaú el monte de Seir… Yo he dado a Ar por heredad a los hijos de Lot…  No te daré posesión de la tierra de los hijos de Amón, pues a los hijos de Lot la he dado por heredad (Deuteronomio 2:5, 9, 19).  Así desea subrayar Moisés al contarles a los israelitas la historia: si Jehová les ha dado grandes bendiciones de la tierra a esas naciones paganas, ¿cómo no le daría aún mejores bendiciones a su pueblo escogido, a su nación santa?  El propósito de contarle el pasado es para motivar y animarles en su compromiso presente con Jehová, y para prepararles por el cumplimento futuro de sus promesas.
         ¿Notó también que Moisés les contó que estas naciones recibieron sus heredades por conquista militar… aún contra gigantes?  Los emitas habitaron en ella antes, pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac… los arrojaron de su presencia, y habitaron en lugar de ellos… Por tierra de gigantes fue también ella tenida; habitaron en ella gigantes en otro tiempo, a los cuales los amonitas llamaban zomzomeos; pueblo grande y numeroso, y alto, como los hijos de Anac; a los cuales Jehová destruyó delante de los amonitas (Deuteronomio 2:10, 12, 20-21).  Si así obró Jehová con las otras naciones, ¿a quiénes va a temer su pueblo escogido?  Jehová ya les dio victoria sobre un gigante: Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes.  Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón?  La longitud de ella es de nueve codos, y su anchura de cuatro codos, según el codo de un hombre (Deuteronomio 3:11; aproximadamente 4 metros por 1.8 metros).
         Entonces, la historia en Deuteronomio es para retratar el pasado con una visión hacia el futuro, para motivar la urgencia por el compromiso presente por el pacto mosaico.  Pero hace más también.  La historia cuenta la gloria del dominio de Dios que existe fuera del tiempo y que hace entradas en el tiempo cronológico, entradas para llevar a cabo el plan de salvación por gracia a sus escogidos.  Actúan los israelitas, pero siempre en relación con el dominio justo, misericordioso y salvador de Jehová: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? (Deuteronomio 3:24).  La historia en Deuteronomio despierta las almas de sus siervos a la adoración.
         Y esta perspectiva histórica, anclada en el dominio glorioso de Jehová, retratando el pasado para motivar el presente hacia una visión del cumplimiento de promesas futuras del pacto mosaico, va a resonar no sólo en Deuteronomio sino en la narrativa de todos los libros históricos del Antiguo Testamento: Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester.  Va a informar la perspectiva histórica cristiana del nuevo pacto en Jesucristo según el Nuevo Testamento.  Y aún hoy en día moldea las lentes por las cuales los cristianos miramos nuestras historias personales, nacionales y aún globales en relación con el nuevo pacto con Dios por Jesucristo.
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Oseas 4

9/8/2011

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         Oseas 4 retrata un punto sumamente peligroso en la relación de un pueblo (o una persona) con Dios, un retrato que debe motivarnos al arrepentimiento urgente si atesoramos un pecado con familiaridad.

         Oseas anuncia: Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra (Oseas 4:1).  Jehová va a presentar su caso jurídico contra el reino del norte, contra Israel.  Al llamarles “moradores de la tierra”, trae a la mente 1) su gracia y bondad en haberles dado la tierra de Israel, y 2) su pacto por el cual se la dio.  Acuérdese que les había dicho: La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo (Levítico 25:23).  Les había prometido: Ejecutad, pues, mis estatutos y guardad mis ordenanzas, y ponedlos por obra, y habitaréis en la tierra seguros; y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad (Levítico 25:18-19).  También les había amonestado: Guardad, pues, todos mis estatutos y todas mis ordenanzas, y ponedlos por obra, no sea que os vomite la tierra en la cual yo os introduzco para que habitéis en ella.  Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación (Levítico 20:22-23).  Ahora al llamarles a los israelitas “moradores de la tierra” en Oseas 4:1, trae a la memoria todas las obligaciones del pacto que debían haber respetado pero que no han cumplido.  Por eso viene Jehová a presentar su caso jurídico contra ellos.

         Y la lista de cargos que les presenta es devastadora: No hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra (Oseas 4:1).  ¿Se puede encontrar otra descripción más directa sobre la condición espiritual de un pueblo que no lo conoce?  ¡Ni hay la muestra más pequeña ni de la justicia, ni de la misericordia ni de la obediencia a Jehová entre todos los que tienen el nombre de su pueblo!

         Luego especifica sus pecados: Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen (Oseas 4:2).  Todos estos pecados contra lo más principal del pacto, contra los diez mandamientos, ahora prevalecen, o son tan comunes y corrientes que llegaron a ser aceptables como normas en la sociedad.  ¡Debemos temblar cuando vemos que la comunidad de Dios, la congregación o las iglesias que se identifican con su nombre, aceptan como normas el jurar en falso, el mentir, la violencia entre familiares, el robar y el adulterio!  Dios no tolera el pecado en ninguna época, bajo ningún pacto.  Pero en la tolerancia de Israel al pecado en esa época, ya llegó al punto de que Jehová pudo declarar: Y homicidio tras homicidio se suceden (Oseas 4:2).  Fueron tan comunes que no había ningún momento de descanso entre un pecado y otro.

         Por eso declara sentencia Jehová: Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; aun los peces del mar morirán (Oseas 4:3).  Todos los seres vivientes sufrirán un juicio más fuerte que el diluvio en los días de Noé; se extenderá aun a los peces, a todo que está bajo el dominio del hombre.  A esa extensión llegará el juicio justo de Dios por los pecados de su pueblo.

         El pueblo debe estremecer porque ya no menciona ninguna posibilidad de arrepentimiento: Ciertamente hombre no contienda ni reprenda a hombre, porque tu pueblo es como los que resisten al sacerdote (Oseas 4:4).  Los sacerdotes y los levitas eran los que instruían al pueblo en la ley.  Además: Cuando alguna cosa te fuere difícil en el juicio, entre una clase de homicidio y otra, entre una clase de derecho legal y otra… vendrás a los sacerdotes levitas, y al juez que hubiere en aquellos días, y preguntarás; y ellos te enseñarán la sentencia del juicio.  Y harás según la sentencia que te indiquen los del lugar que Jehová escogiere, y cuidarás de hacer según todo lo que te manifiesten.  Según la ley que te enseñen, y según el juicio que te digan, harás; no te apartarás ni a diestra ni a siniestra de la sentencia que te declaren.  Y el hombre que procediere con soberbia, no obedeciendo al sacerdote que está para ministrar allí delante de Jehová tu Dios, o al juez, el tal morirá; y quitarás el mal de en medio de Israel.  Y todo el pueblo oirá, y temerá, y no se ensoberbecerá (Deuteronomio 17:8-13).  Ahora en Oseas 4:4, la soberbia del pueblo ha crecido al punto que las autoridades ni quieren malgastar sus palabras en la reprensión por el pecado.  Ni tampoco va a perder sus palabras Jehová Dios.  Simplemente reconfirma su sentencia contra ellos: Caerás por tanto en el día, y caerá también contigo el profeta de noche; y a tu madre destruiré (Oseas 4:5).  No habrá misericordia por ninguna persona en autoridad que ha dado la espalda a la palabra de Jehová.

         De nuevo en versículo 6, no escuchamos ningún llamado al arrepentimiento sino una evaluación del pueblo ya juzgado: Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento (Oseas 4:6).  Esta falta de conocimiento no es simplemente un desconocimiento de la ley por la falta de instrucción.  El versículo continúa: Por cuanto desechaste el conocimiento…  Es decir, los israelitas son culpables porque se les presentó la ley, pero no querían prestar atención.  Escucharon, pero no querían obedecer.  Así que al decir: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento,” les culpa de una resistencia a la palabra de Dios que se demostró en desobedecer lo que sabían, en cubrir los oídos y en alargarse para no escuchar más.

         Por eso aparecen las consecuencias de su desobediencia: Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio (Oseas 4:6).  Esta frase no refiere a los sacerdotes solamente sino, como dice versículo 1, a todo el pueblo.  Acuérdese que en una de las promesas principales a todo el pueblo de Israel, Jehová les había dicho: Vosotros me seréis un reino de sacerdotes (Éxodo 19:6).  En Oseas 4:6 pierden este privilegio por haber rechazado la ley que les comunicaba todo lo necesario para vivir en santidad y disfrutar el sacerdocio entre las naciones.

         Es tan grave su pecado que tendrá un impacto de por las generaciones: Y porque olvidaste de la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos (Oseas 4:6).  Debemos pensar en los nombres de los hijos de Oseas de capítulo 1, “Lo-ruhama” que significa “Sin compasión” y “Lo-ammi” que significa “No es mi pueblo”.  En 2:2 y 2:23 Jehová cambia este rechazo y les comunica la compasión y el reconocimiento familiar.  Pero aquí en 4:6, no hay esta misericordia al pueblo de Israel, porque: Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí; también yo cambiaré su honra en afrenta (Oseas 4:7).

         Versículos 8-13 ponen en lista los pecados del pueblo.  Entra una sorpresa cuando Jehová dice: No castigaré a vuestras hijas cuando forniquen, ni a vuestras nueras cuando adulteren (Oseas 4:14).  ¿Por qué no?  Porque sus hijos y toda la sociedad hacen lo mismo: Porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican (Oseas 4:14).  Pero no quiere decir que simplemente pueden continuar en sus pecados sin ninguna consecuencia.  Jehová no les va a permitir que malgasten el resto de sus vidas en fornicación e idolatría: Por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá (Oseas 4:14).

         Antes de terminar el capítulo, la falta de corrección de parte de Jehová a Israel nos sorprende otra vez: Efraín es dado a ídolos, déjalo (Oseas 4:17).  ¿Déjalo?  ¿Cómo es posible que Jehová deje que su pueblo ande en idolatría?  ¡Parece una contradicción a todo lo que dicen la ley y los profetas!  Pero Jehová nos explica que se han corrompido al punto de que ya no es su pueblo: Su bebida se corrompió; fornicaron sin cesar; sus príncipes amaron lo que avergüenza (Oseas 4:18).  Es decir, hay un punto cuando Jehová deja de castigar, deja de reprender, y deja de llamar al arrepentimiento.  Eventualmente permite que uno revuelque satisfecho en su pecado.  Pero de todas formas, el juicio vendrá y será reconocido: El viento los ató en sus alas, y de sus sacrificios serán avergonzados (Oseas 4:19).

         Para resumir, los pecados de Israel eran obvios.  Incluían transgresiones a las partes más básicas de la ley.  Pero se habían acostumbrado tanto a los pecados que les parecían normales.  Ya no los escandalizaban; en cambio, ¡les habría escandalizado una persona que siguiera la ley!  Se acostumbraron a su pecado a tal punto que ninguna reprensión, ningún castigo ni ninguna amenaza los iba a cambiar.  Por eso, Jehová simplemente los dejó al juicio que los esperaba.

         Nosotros que servimos el mismo Dios por el nuevo pacto por la sangre de Jesucristo queremos poner nuestra atención en por lo menos tres aplicaciones:

         1)      Que nunca dejemos de prestar atención a la palabra de Dios como hizo el reino de Israel.  Puede haber un día cuando Dios mismo en su juicio justo nos quite este privilegio.  Antes bien, que la palabra del Señor siempre encuentre un lugar sensible en nuestros corazones, junto con una mente y un cuerpo listos a obedecerle con diligencia.

         2)     Que nos arrepintamos de nuestros pecados tan pronto como los identificamos, antes de que nos acostumbremos a ponerlos en práctica.  Que nunca llegue el día cuando nuestro Señor diga: Déjalo, cansado de corregirnos, reprendernos y castigarnos, para dejar que deslicemos a la condenación.  En cambio, que reconozcamos en su disciplina el hecho de que somos hijos suyos, y que no nos desanimemos en poner en práctica la justicia (Hebreos 12:7-13).

         3)     Que no caigamos a la tentación de la hermosura del pecado, la hermosura falsa que viene cuando la gente que lo practica y lo disfruta sin sufrir ningún castigo.  Es fácil malinterpretar la falta de corrección del Señor como permiso o tolerancia al pecado.  En cambio, que pensemos en el pecado de acuerdo con el vocabulario de Jehová (fornicación, idolatría, mentira, falso testimonio, etc.) y sus consecuencias justas, no en las descripciones inadecuadas de los impíos (desliz, costumbre, tradición, indiscreción, etc.)

Que Dios bendiga nuestra atención a su palabra.

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    Autor

    Rev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU.

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