En la página de los videos encontrará un nuevo enlace para los libros de 1 y 2 Samuel. Incluyen los primeros tres videos que examinan estos libros fascinantes versículo por versículo. Dios mediante, espero subir nuevos videos poco a poco, semana por semana hasta cubrir los dos libros completamente. Por favor oren por este proyecto y también por la subida de las explicaciones por toda la Biblia.
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Los últimos capítulos de 1 Samuel cierran el libro con salvación y juicio, con gran tristeza y solemnidad.
Primero, en 1 Samuel 29 David encuentra la salvación del enlace vergonzoso e incómodo con Aquis, el rey de Gat. Los príncipes de los filisteos rechazan su participación con ellos, ¡y con razón! Y por lo que leímos en 1 Samuel 27, nosotros vemos mejor que Aquis cuán erróneas son sus palabras a David: Vive Jehová, que tú has sido recto (1 Samuel 29:6). También nos duele escuchar las palabras de sumisión que el ungido de Jehová tiene que decir a un filisteo: ¿Qué has hallado en tu siervo desde el día que estoy contigo hasta hoy, para que yo no vaya y pelee contra los enemigos de mi señor el rey? (1 Samuel 29:8) Por eso, aunque no nos lo dice directamente, reconocemos que el rechazo filisteo es otra forma visible por la cual Jehová salva a David. Y aunque a veces no nos gusta verlo, debemos darle alabanza y gloria a Jehová porque en su misericordia también nos ha salvado en varias ocasiones de enlaces vergonzosos con el pecado y la condenación. En el caso de David, Jehová protege a su ungido de más también. Note que capítulo 29 ocurre antes que los eventos del capítulo 28. Samuel le dice a Saúl: Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos (1 Samuel 28:19); y según 1 Samuel 29:1, 11, en el rechazo de David los filisteos ni están en el campo de batalla todavía. El narrador bíblico no sólo cambió la perspectiva de Saúl a David entre capítulos 28 y 29 sino que volvió a contarnos los sucesos de unos días antes. Ese detalle es importante para que veamos que David y sus hombres están alejados completamente de los eventos de la derrota de Israel y la muerte de Saúl en el monte de Gilboa. El día de la batalla, los israelitas no ven a David y sus hombres mientras se apartan de los filisteos lentamente en la distancia; en cambio, David y sus hombres ni están en la región, hace días que no están con los filisteos, y como veremos en 1 Samuel 30 y 2 Samuel 1, están tan alejados de la batalla y ocupados en otros asuntos. Por eso podemos ver que Jehová protege a su ungido David completamente del juicio contra Saúl y su casa. No sabemos qué habría hecho David si tuviera que pelear al lado de los filisteos ese día. Nos gustaría pensar que se habría cambiado de lado para atacar a los filisteos y guiar a Israel a victoria, pero la Biblia simplemente no nos dice. Tampoco nos dice cómo Israel habría visto la participación de David en la batalla ese día aunque ganara la victoria por Israel. ¿Sería visto como no confiable en su palabra, luchando contra Israel por un rato para luego luchar a su lado? ¿Sería culpado de la muerte de Saúl, de no haber llegado a tiempo para salvarlo? ¿Habría acusaciones de que debilitó la mano de Israel hasta que muriera Saúl, e inmediatamente aprovechó de la situación para ganar la victoria y nombrarse rey? Si tuviéramos la mente de Hollywood, tal vez mandaríamos que David entrara la batalla al lado de los filisteos, que se arrepintiera de su decisión al ver a Jonatán bajo ataque, que salvara a él y a Saúl en lo más recio de la batalla, que Saúl viera su sacrificio para preservarle la vida y se arrepintiera de su dureza contra David, hasta para darle el golpe fatal a un filisteo (¿a Aquis mismo?) que se acercaba a David a escondidas para matarlo, que Israel ganara la victoria ese día y que termináramos la película por ver meses después una ceremonia de todo Israel reunido en gran solemnidad y gozo para celebrar mientras la corona sea pasada del viejo Saúl agradecido al sumiso David, con Jonatán sonriéndose y aplaudiendo en el fondo. Pero porque Hollywood celebra los hechos y la potencial de los hombres de forma muy llamativa sin tomar en cuenta la santidad y el juicio de Jehová, Jehová no permitió que Hollywood escribiera la Biblia. En cambio el juicio de Jehová, algo desagradable a la vista carnal, ha decretado la condenación de Saúl y su casa por la rebelión: Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú. Además, el que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta (1 Samuel 15:28-29). Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy (1 Samuel 28:18). Y vemos la misericordia de Jehová en que protege a su ungido David de cualquier enlace con el juicio a Saúl. Segundo, note en 1 Samuel 30 que esta salvación y la tribulación causada por el ataque amalecita contra Ziklag empujaron a David a buscar a Jehová otra vez: David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios (1 Samuel 30:6). Vuelve a pedir la dirección de Jehová (1 Samuel 30:7-8). Reconoce la mano de Jehová en la recuperación de sus familiares y sus bienes (1 Samuel 30:23, 26). Hacía tiempo que no escuchábamos el nombre de Jehová de la boca de David; ahora, en medio de tribulaciones, David encuentra su refugio y fortaleza en Él otra vez. Tercero, leemos las tristes noticias de la muerte de Saúl y sus hijos. Peor que la muerte de Sansón, los cuatro mueren juntos y son escarnecidos por los filisteos. Aunque es una derrota completa y vergonzosa, 1 Samuel no termina en la completa desesperación. Los hombres de Jabes de Galaad se arriesgan para sepultar sus cuerpos. Acuérdese de que Saúl los había salvado de la opresión de Nahas amonita en 1 Samuel 11; aquí demuestran su devoción y agradecimiento. El reinado de Saúl no fue un fracaso total. Jehová obró por él por la salvación de Israel, aunque de forma limitada y con mucho tiempo y recursos malgastados por andar en contra el ungido de Jehová. Pero el eco de la salvación en 1 Samuel 11 nos debe animar: seguramente a Jehová no se le olvidará su pueblo. Hoy encontramos a dos hombres desesperados.
David nos sorprende por decir: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl; nada, por tanto, me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos, para que Saúl no se ocupe de mí, y no me ande buscando más por todo el territorio de Israel; y así escaparé de su mano (1 Samuel 27:1). Nos sorprende por dos razones. Primero, no pensamos que David podía unirse con sus enemigos ni ser aceptados por ellos (nos acordamos de lo que pasó en 1 Samuel 21:10-15 la primera vez que intentó a buscar refugio en Gat). Pero acuérdese que esa vez, David anduvo solo; ahora encabeza a un grupo de soldados experimentados en la guerra. Obviamente son rechazados por el rey de Israel. El fenómeno de los mercenarios (soldados profesionales contratados para luchar en una guerra bajo la bandera que les pagaba más) era mucho más común en la época antigua que ahora. Para el rey de Gat, hay la posibilidad de contratar a buenos soldados por su protección; para David, es una forma de aliviarse de la presión y el riesgo constantes causados por Saúl. Por eso, encontramos que David ahora se asocia con el rey de la ciudad natal de Goliat. Segundo, nos sorprende porque en el capítulo anterior vimos otro ejemplo destacado de la protección de Jehová de su ungido. Esta vez Saúl no se les cae en las manos de David como en la cueva sino que David y Abisai se atreven a entrar el campamento de Saúl y toman su lanza y una vasija de agua. La protección de Jehová es evidente: No hubo nadie que viese, ni entendiese, ni velase, pues todos dormían; porque un profundo sueño enviado de Jehová había caído sobre ellos (1 Samuel 26:12). ¿No sería esta señal de la protección de Jehová suficiente para animarle por medio de cualquiera prueba? Nos choca que al entrar 1 Samuel 27, David busque la protección de un mero hombre, y de un mero hombre pagano… pero, ¿no somos capaces de hacer lo mismo, especialmente cuando tenemos que pasar por una prueba o una tribulación a largo plazo? También nos sentimos la tentación de aceptar cualquier refugio con tal que no suframos más. Así en desesperación hace David en Gat. Por estas razones no intento a justificar lo que hizo David sino a explicarlo. 1 Samuel 27 es un capítulo extraño. No aparece el nombre de Jehová. Parece que David no busca su dirección. Nos sentimos incómodos con su engaño de Aquis y la violencia en extremo que utiliza para cubrir sus mentiras. Gana el alivio de Saúl que quería (1 Samuel 27:4) pero, ¿a qué costo? ¿Terminará David como cualquier rey pagano, listo a utilizar la violencia para avanzar sus propios fines? ¿Será tragado en el ciclo espiritual en declive igual como tantos jueces en las generaciones anteriores? El ungido de Jehová está en gran peligro, no tanto de su vida física como de su alma. ¿Qué hará Jehová en respuesta? Mientras tanto, Saúl también tiene que lidiar contra la desesperación. Busca un refugio de sus temores y alguna dirección espiritual, pero no los encuentra: Cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas (1 Samuel 28:5-6). Su desesperación lo lleva a utilizar la adivinación. No podemos evitar de escuchar el eco de las palabras de Samuel cuando le anunció que ya no iba a ser rey de Israel: Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación (1 Samuel 15:23). Saúl ahora ha tocado fondo en su declive de ser un rey como tienen todas las naciones. Y Jehová no lo alivia de su desesperación sino que le anuncia su juicio: Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos (1 Samuel 28:19). El juicio a la soberbia, la rebelión y ahora la adivinación de Saúl va a consumir a su familia, a su ejército y una gran parte de la nación. Hay dos hombres en la desesperación. Los dos pecan para aliviarse de su presión. ¿Qué esperanza hay de que no sean destruidos? En estos capítulos continuamos nuestra lectura de la protección de Jehová a su ungido: Lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos (1 Samuel 23:14).
Entre las salvaciones, encontramos dos que son muy sorprendentes. Primero, David no se venga de Saúl en la cueva en 1 Samuel 24. A la vista de muchos, parece que todas las razones están a favor de matarlo en la oscuridad de la cueva: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere (1 Samuel 24:4). ¡Jehová te ha dicho precisamente de este día; te ha dado permiso a matarlo! Y podemos justificarlo con muchos razonamientos más. El reinado de Saúl se ha vuelto diabólico. Reina en soberbia y por su propio provecho; no piensa en el bien de Israel. Aquí puedes vengar la destrucción de la ciudad sacerdotal de Nob. ¿No te ha ungido Jehová a ti? ¿No ha abandonado Jehová a Saúl? ¡He aquí, David: Jehová te lo ha entregado! Pero hay una inconveniencia. Más que inconveniencia, es una injusticia, una rebelión contra Jehová: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová (1 Samuel 24:6). Dice el nombre de Jehová tres veces en un solo versículo porque reconoce contra quién sería tal acción. Aunque probablemente nunca tenemos que decidir entre el asesinar o no asesinar a otra persona, no puedo evitar de pensar en cuántas veces la misma clase de tentación se presenta a nosotros los cristianos. Se nos presenta una “oportunidad” impresionante (mejor dicho, una tentación) para conseguir algún beneficio o favor del gobierno, para enriquecernos rápidamente, para sacar un rembolso inesperado, para aprovecharnos de algún placer a escondidas, para tomar un paso adelante en el avance de nuestras carreras o en los estudios. ¡Y se ha puesto tan fácilmente en nuestras manos de que estamos convencidos que es el plan de Dios! Pero hay una sola inconveniencia… o mejor dicho, una rebelión. Hay que presentar un documento falso (levantar falso testimonio); o hay que decir una mentira (¡una sola!); o hay que tomar algo que no es nuestro; o hay que fingir una verdad que no es; hay que engañar a otro; hay que encubrir una parte clave de la verdad… Y mientras la consideramos, podemos poner en una lista larga de personas - ¡aún cristianos! – que nos dirían: ¡Hazlo! Todo el mundo lo hace. ¿No ves que Dios te está apremiando por tu fidelidad a Él? Mira cómo Dios te quiere prosperar… Gracias a Dios por los que, como David, reconocen el dominio de Jehová aún a pesar de líderes, gobernantes, supervisores y maestros injustos, que ven contra quién en realidad se levantan en rebelión al tomar un paso injusto sólo para avanzar sus propios intereses. David no va a ser un rey como Saúl; aprecia el dominio justo de Jehová más que sus propios intereses. Por eso está satisfecho al perdonarle la vida y al decir: Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti (1 Samuel 24:12). Y es por eso que es tan sorprendente la reacción de David en 1 Samuel 25. Es como si a David se la ha olvidado su justicia en el capítulo anterior. Va a hacer que Nabal y todo su rancho pague con la vida la afrenta: ¿Quién es David, y quién es el hijo de Isaí? Muchos siervos hay hoy que huyen de sus señores. ¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son? (1 Samuel 25:10-11) Gracias a Dios por la protección de su ungido otra vez, ahora en la forma de Abigail, la esposa de Nabal: Acontecerá que cuando Jehová haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel, entonces, señor mío, no tendrás motivo de pena ni remordimientos por haber derramado sangre sin causa, o por haberte vengado por ti mismo (1 Samuel 25:30-31). Que estime de nuevo el dominio justo de Jehová más que la venganza, más que la violencia injusta, más que la protección de sus propios intereses. Que el rancho de Nabal no llegue a ser la versión davídica de la ciudad de Nob. Gracias, Padre celestial, por las veces que nos has protegido de nuestra propia potencial para pecar. Leímos en 1 Samuel 18 ayer cómo se despertó el enojo y la envidia de Saúl a David: Cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David (1 Samuel 18:7-9).
Pero note que la reacción de Saúl a David es más que una envidia personal; es otra manifestación de su alejamiento a Jehová: David se conducía prudentemente en todos sus asuntos, y Jehová estaba con él. Y viendo Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él (1 Samuel 18:14-15). Irónicamente, mientras más oportunidades militares le da a David para que muera, más fama y renombre gana por el poder de Jehová: Todo Israel y Judá amaba a David, porque él salía y entraba delante de ellos (1 Samuel 18:16). Al final, Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba, tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo de David todos los días (1 Samuel 18:28-29). En la lectura para hoy, vemos cuán lejos Saúl se ha alejado de Jehová. Después de estar convencido a no hacer daño a David en 1 Samuel 19:6, intenta a matarlo otra vez. Revela el motivo de su rencor: Todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú [Jonatán] estarás firme, ni tu reino (1 Samuel 20:31). Otra vez confía sólo en sí mismo y en su propia capacidad de manejar los asuntos del reino. Para Saúl, el reinado sobre Israel no es algo otorgado y edificado por Jehová sino un derecho de que él se aferra, un dominio de que él mismo tiene que asegurar. Pero, ¿no es esta situación exactamente lo que pidió Israel? Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones (1 Samuel 8:5). Ahora tienen un rey igual como los de todas las naciones: uno que reina en soberbia, que se dirige por los intereses personales, que se acude a la violencia para lograr sus deseos y que pone más atención a la preservación de sus privilegios por las generaciones que por la justicia. Que Jehová nos salve de tal clase de líderes. Y llega a un punto que ni se habría imaginado en los tiempos más oscuros de la época de los jueces cuando mata a 85 sacerdotes en 1 Samuel 22:18. Aún sus siervos más fieles saben mejor: Los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová (1 Samuel 22:17). Por eso manda que lo haga un extranjero, un edomita. Y si esto no fuera suficiente, destruye a toda la ciudad de Nob, de los sacerdotes, como si fueran cananeos (1 Samuel 22:19). Así ha elevado Saúl su propia justicia y la preservación de sus privilegios encima de la ley de Jehová. Considerando el reinado diabólico de Saúl, es impresionante la preservación de Jehová de su ungido. Hace que tres grupos de mensajeros dejen su misión de capturar a David por profetizar delante de Samuel (1 Samuel 19:19-21). Cuando Saúl mismo lo busca, de repente nos sentimos en 1 Samuel 9 – 10 otra vez, con Saúl buscando las asnas y descubriendo que Jehová se había encargado de cada detalle del viaje… pero esta vez para la protección de David. Saúl mismo tiene que dejar su búsqueda porque se despoja de sus vestidos y profetiza delante de Samuel todo el día y toda la noche (1 Samuel 19:24). Se hace pacto entre Jonatán y David, y cuando David está en el punto de la desesperación más profunda, encuentra protección por sus padres con el rey de Moab (1 Samuel 22:3-4) y recibe una palabra profética de dirección por sus próximos pasos (1 Samuel 22:5). Por eso, al ver que uno de los sacerdotes se escapó de la destrucción de Nob para reunirse con David (1 Samuel 22:20-23), nos damos cuenta de que la voluntad de Jehová no admite obstáculo. Aún en la desesperación más profunda, Jehová protegerá a su ungido y obrará para que su reinado justo eventualmente se manifieste. Hoy Samuel, el profeta de Jehová, casi comete un error. Cuando se le presentan los hijos de Isaí para ungir a uno de ellos como rey: él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido (1 Samuel 16:6). Jehová lo corrige: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón (1 Samuel 16:7).
Nosotros también estamos en peligro de cometer el mismo error, pero de una forma diferente. No nos toca identificar y ungir al escogido por Jehová como le tocó a Samuel, pero cuando leemos la Biblia, tenemos que reconocer la perspectiva y el mensaje de Jehová. A veces nos quedamos tan impresionados por los logros físicos de los hombres que a éstos celebramos sin prestar atención a la gloria brillante de Jehová a que se dirige toda la lectura. Este es el peligro en que se caen muchos cuando leen sobre David y Goliat. La batalla entre David y Goliat, aunque es el centro de la acción, no es el mensaje central de 1 Samuel 17. Jehová tampoco incluyó este capítulo en la Biblia para enseñarnos a “identificar a los Goliat en nuestras vidas” ni para enseñarnos “cómo tomar las cinco piedras de victoria contra nuestros enemigos”. Así son las conclusiones de los que leen la historia de David y Goliat como Samuel miró a Eliab: centrado en el ser humano. ¿Qué es el propósito de 1 Samuel 17, entonces? Para identificarlo, hay que fijarse en el nombre de Dios. Note que no aparece hasta el versículo 26 cuando dice: ¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? (1 Samuel 17:26) Hasta este punto han pasado 25 versículos y 40 días… ¡sin mención del nombre de Jehová! Fíjese en cuán raro es este silencio por acordarse de otra batalla reciente contra los filisteos: Cuando oyeron los filisteos que los hijos de Israel estaban reunidos en Mizpa, subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír eso los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos (1 Samuel 7:7). Una situación semejante. ¿Y cómo respondieron inmediatamente los israelitas? Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos (1 Samuel 7:8). ¿Qué pasó después? Clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó… Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel (1 Samuel 7:9, 10). Jehová fue el centro de la esperanza de Israel en esta batalla contra los filisteos. Pero acuérdense también de cómo Saúl se ha alejado de Jehová en el conflicto con los filisteos en 1 Samuel 13 en Gilgal y en 1 Samuel 14 cuando Jehová gana la victoria por Jonatán a pesar de las acciones de Saúl. Atribuimos la lejanía de Jehová a la soberbia de Saúl, a su convicción de que la redención israelita dependía de sí mismo. Y ahora en 1 Samuel 17 vemos que la brecha entre Saúl y Jehová ha crecido. Samuel no está en Soco. No hay ninguna mención de ningún sacerdote. El arca de Jehová no ha aparecido; no hay mención de ninguna oración, ningún sacrificio, ninguna plegaria a Jehová. Ni se menciona su nombre. El único a quien pueden ver Saúl y los israelitas es este hombre de guerra filisteo. Y por 40 días, sin referencia a Jehová, los ejércitos de Israel están paralizados en temor. Entra David y habla por primera vez en la Biblia. Hace la primera referencia a Dios en todo el capítulo. Y le llama por un título que aparece pocas veces en el Antiguo Testamento, un título significativo: El Dios viviente (1 Samuel 17:26). ¿Qué quiere decir por llamarle así? Hasta este momento el título ha aparecido una sola vez. Cuando Josué les da a los israelitas las instrucciones para cruzar el río Jordán les dice: En esto conoceréis que el Dios viviente está en medio de vosotros, y que él echará de delante de vosotros al cananeo, al heteo, al heveo, al ferezeo, al gergeseo, al amorreo y al jebuseo (Josué 3:10). Por el milagro de cruzar al río Jordán en tierra seca, va a demostrarles a los israelitas que su Dios vive mas los dioses de las naciones paganas sólo son palos y piedras. Vemos la mención de que Jehová vive también en 2 Samuel 22:47 (y Salmo 18:46) cuando el rey David al final de su vida le glorifica porque ha hecho que las naciones se sometieran a él. Siglos después, el profeta Jeremías va a declarar: Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación (Jeremías 10:10). Note que la verdad sobre Jehová como el Dios viviente es declarada en situaciones: 1) en relación con las naciones paganas, y 2) cuando son juzgadas por su idolatría y tienen que someterse a Jehová. Es un título nacido del conflicto entre las naciones comprometidas con la idolatría y Jehová que es único y excelso sobre sus dioses falsos, un título que mira hacia la victoria de Jehová sobre ellos. Y mientras todo el ejército israelita en Soco tiembla al ver: un paladín… un hombre de guerra desde su juventud (1 Samuel 17:4, 33), David ve al Dios viviente, el único Dios vivo que hace temblar a las naciones. Note también que el nombre de Jehová tiene un papel central en el resto del capítulo. David está convencido de que ese filisteo incircunciso se quedará como los leones y los osos que ha matado porque: Ha provocado al ejército del Dios viviente (1 Samuel 17:36). Da testimonio, no de su destreza militar sino de la salvación por Jehová: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo (1 Samuel 17:37). Saúl intenta a convencer a David que dependa en su propia fuerza y su armadura, pero David se acerca al filisteo: En el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel (1 Samuel 17:45). Goliat: Maldijo a David por sus dioses (1 Samuel 17:43); David declara: Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel (1 Samuel 17:46). Y la lección no sólo es por Goliat y los filisteos sino también por Israel que se ha olvidado de Jehová por 40 días: Sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos (1 Samuel 17:47). Si leemos este capítulo y nos quedamos impresionados con David, con Goliat, con los Goliat que nos atormentan y las cinco piedras espirituales que necesitamos arrojar contra ellos, no hemos sobrepasado la lectura equivocada de Samuel a Eliab cuando lo vio y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido (1 Samuel 16:6). Pero si nos fijamos en el verdadero Guerrero en el capítulo, en Jehová el Dios viviente, nos quedaremos impresionados por el Dios que hace resaltar su gloria por su ungido humilde y menospreciado, aun cuando su pueblo se ha olvidado de su nombre. La salvación todavía viene de Jehová por gracia. 1 Samuel 13 – 15 sirve como un resumen del reinado de Saúl. Por el lado
positivo nos dice: Después de haber tomado posesión del reinado de Israel, Saúl hizo guerra a todos sus enemigos en derredor: contra Moab, contra los hijos de Amón, contra Edom, contra los reyes de Soba, y contra los filisteos; y adondequiera que se volvía, era vencedor. Y reunió un ejército y derrotó a Amalec; y libró a Israel de mano de los que lo saqueaban (1 Samuel 14:47-48). Saúl se esforzó y abrió lugar para Israel entre las naciones para que vivieran en libertad. Pero por el lado negativo hay bastante que nos debe preocupar del reinado de Saúl. Primero, cuando ve que el pueblo se le desertaba en Gilgal en 1 Samuel 13, se apura y ofrece el holocausto antes de la llegada del profeta Samuel (1 Samuel 13:8-10). Samuel le dice: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado (1 Samuel 13:13). Cuando Saúl se sentía el peligro de la situación, ¿qué debe haber hecho? Podemos encontrar muchos ejemplos de Moisés y Josué, pero vamos a contentarnos con el ejemplo más reciente, de cómo Samuel le había guiado a Israel en 1 Samuel 7: Reunid a todo Israel en Mizpa, y yo oraré por vosotros a Jehová (1 Samuel 7:5). Se sentían temor en ese entonces igual como Saúl en 1 Samuel 13, pero la reacción de todos era diferente: Subieron los príncipes de los filisteos contra Israel; y al oír esto los hijos de Israel, tuvieron temor de los filisteos. Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios… y clamó Samuel a Jehová, y Jehová le oyó… Jehová tronó aquel día con gran estruendo sobre los filisteos, y los atemorizó, y fueron vencidos delante de Israel (1 Samuel 7:7-9, 10). En vez de conformarse con este patrón y dependerse en Jehová y en Samuel, Saúl se pone en el centro como si todo dependiera de sus propias fuerzas. Note bien su justificación: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto (1 Samuel 13:11-12). Según su respuesta, todo movimiento dependía de Saúl. Los demás no cumplían… Jehová se quedaría inmóvil hasta que alguien lo implorara… entonces la salvación de Israel de la mano filistea dependía de uno que viera la situación con más claridad que todos, que se esforzaría en medio de la inactividad de los demás. La salvación dependía de él. Y esta soberbia o egocentrismo le justificó a Saúl la desobediencia. Las consecuencias de su rebelión son fuertes: No guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo (1 Samuel 13:13-14). Moisés perdió la entrada a la tierra prometida por no santificar a Jehová en Números 20, pero sus descendientes pudieron entrar. ¡Ahora Saúl ha perdido mucho más! Toda su descendencia será perjudicada por su rebelión. Y por ahora, las consecuencias presionan fuertemente a Israel también. En vez de una victoria decisiva contra los filisteos como en 1 Samuel 7 que le motivó a Samuel a poner la piedra memorial Eben-ezer, esta vez el profeta sube de Gilgal a Gabaa de Benjamín sin orar (1 Samuel 13:15). No se levanta ningún Eben-ezer en camino. Los filisteos mandan a tres grupos de merodeadores para afligir a Israel, y no hay manera de resistirlos. Cuando Jehová les da la victoria en 1 Samuel 14, es notable ver cómo Saúl se queda fuera de la obra de Jehová. Está sentado bajo un granado, no con Samuel sino con un descendiente de la casa sacerdotal reprendida de Elí (1 Samuel 17:2-3). (¡Qué junta de líderes tan triste para Israel!) No sabe que Jonatán y su criado han salido (1 Samuel 14:3, 17). Cuando empieza el alboroto que va a terminar en la victoria de Israel, no sabe lo que está pasando. Pide el arca de Dios; luego, no hay tiempo para eso (1 Samuel 14:18-19). Pone un juramento que estorba la victoria y motiva el pueblo a pecar (1 Samuel 14:24, 29-32). Está dispuesto a matar a su propio hijo, al joven por quien Jehová había ganado la victoria ese día (1 Samuel 14:44-45). Cuando la Biblia dice: Así salvó Jehová a Israel aquel día (1 Samuel 14:23), nos damos cuenta de que lo hizo a pesar de su rey, no por medio de él. Pero en vez de reconocer su lejanía de la obra de Jehová para luego arrepentirse y buscarlo otra vez, Saúl se hunde más en la soberbia. Desobedece la palabra de Jehová otra vez en 1 Samuel 15 y se elabora una justificación más atrevida para cubrirlo. Cuando Samuel denuncia su desobediencia, Saúl revela lo que verdaderamente le motiva. Teme al pueblo más que a Jehová (1 Samuel 15:24). Pero en vez de arrepentirse del pecado, ¡prefiere preservarlo! Perdona, pues, ahora mi pecado, y vuelve conmigo para que adore a Jehová (1 Samuel 15:24-25). Su preocupación es que sea visto delante del pueblo con la aprobación de Samuel y de Jehová: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios (1 Samuel 15:30). Está dispuesto a admitir su pecado en privado, con tal que pueda continuar como el centro de la atención de todos. Con gran compasión Samuel tolera la soberbia del rey: Y volvió Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová (1 Samuel 15:31). Pero reconocemos que esta aprobación aparente cubre una realidad espiritual muy grave: Nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel (1 Samuel 15:35). ¿Por cuánto tiempo va a tolerar Jehová esta soberbia? En la lectura para hoy seguimos la mano del Señor por dos capítulos para encontrar al primer rey de Israel. Saúl demuestra su capacidad de dirigir al pueblo de Jehová en 1 Samuel 11 en su primera batalla contra los amonitas, y luego en 1 Samuel 12 el profeta Samuel cierra su ministerio como juez de Israel e inicia oficialmente el reino de Saúl y toda una nueva época en la historia de Israel, la época de la monarquía.
Como es un momento histórico de tanta importancia, es apropiado que Samuel siga los ejemplos de Moisés y Josué y predique al pueblo para cerrar su ministerio y reconfirmar la fidelidad del pueblo a Jehová. Siguiendo el patrón de esos dos grandes varones de Dios, Samuel da resumen a la historia de Israel (el pasado: 1 Samuel 12:6-12) para retratarles dos caminos posibles, de obediencia o de desobediencia (el futuro: 1 Samuel 12:14-15) e insiste en una decisión presente para confirmar la recepción de las bendiciones prometidas (el presente: 1 Samuel 12:13, 16-21). A diferencia que el compromiso seguro y la confiada obediencia con que los israelitas respondieron a Moisés y a Josué, esta generación responde en arrepentimiento: Ruega por tus siervos a Jehová tu Dios, para que no muramos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros (1 Samuel 12:19). ¿Puede ser que la experiencia del declive espiritual les ha hecho más sensibles a su naturaleza pecaminosa, a su incapacidad de obedecer a Jehová de todo corazón? Por lo menos reconocen que los truenos y la lluvia dan testimonio de sus pecados contra Jehová (1 Samuel 12:17-18). Samuel les manda a obedecer: No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón (1 Samuel 12:20). Y como una fundación sólida para sostener su obediencia, los dirige a la gracia de Jehová con que hizo el pacto con Abraham: Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo (1 Samuel 12:22). Señala también un riesgo más, la confianza en uno que es sólo hombre para darles la redención que sólo viene de Dios: Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis (1 Samuel 12:25). Si no temen y sirven a Jehová con todo su corazón, ni su nuevo rey será capaz de salvarlos. En cambio, ¡será llevado a la condenación con ellos! Aún con el nuevo rey, la redención sólo viene de Jehová. La Presencia de Jehová manifiesta su santidad otra vez en la lectura para hoy.
Ayer en 1 Samuel 4 Jehová demostró que no sería títere de Israel, que no sería manipulado para darle victoria cuando quiera. Hoy en capítulo 5 demuestra que no será trofeo de los filisteos, sino que aún en medio del templo de Dagón, Jehová es excelso y digno de exclusiva alabanza y honor. En 1 Samuel 6, después de la llegada del arca a Bet-semes, enseña que no será objeto de curiosidad tampoco. Si no es títere ni trofeo ni objeto de curiosidad, ¿cómo debe responder Israel a la santa Presencia de Jehová? Como responden en 1 Samuel 7: En arrepentimiento por fe: Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos. Entonces los hijos de Israel quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová (1 Samuel 7:3-4). En oración: Entonces dijeron los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar por nosotros a Jehová nuestro Dios, para que nos guarde de la mano de los filisteos… y clamó Samuel a Jehová por Israel, y Jehová le oyó (1 Samuel 7:8, 9). Con agradecimiento continuo por su redención: Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová (1 Samuel 7:12). Note que estos elementos estaban ausentes de su batalla contra los filisteos en 1 Samuel 4 cuando perdieron el arca de Jehová. La Presencia de Jehová es la misma; lo que ha cambiado es la reacción de Israel. Y este cambio de reacción en parte es debido al cambio en el liderazgo espiritual, de la casa corrupta de Elí al profeta de Jehová, Samuel. Pero según el comportamiento de sus hijos en 1 Samuel 8:1-3, la resolución de los problemas espirituales en Israel a largo plazo no será por intentar a levantar una casa profética heredada. ¿Qué deben hacer los israelitas? Han sufrido bajo sacerdotes corruptos y jueces dirigidos por sus propios intereses. Tal vez necesitan otra clase de gobierno: Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones (1 Samuel 8:5). Note que Jehová no está opuesto a la monarquía en sí. La ley tiene instrucciones sobre el comportamiento de un rey sobre Israel. Pero lo que importa es la clase de rey que desean los israelitas. Por ejemplo, entre los requisitos descritos en Deuteronomio 17:14-20, Moisés les dijo: Él no aumentará para sí caballos… Ni tomará para sí muchas mujeres, para que su corazón no se desvíe; ni plata ni oro amontonará para sí en abundancia. Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra (Deuteronomio 17:16, 17-19). Pero ahora en 1 Samuel 8, no piden a un rey conforme al corazón de Jehová sino un rey: como tienen todas las naciones (1 Samuel 8:5). Por eso reconoce Jehová: A mí me han desechado, para que no reine sobre ellos (1 Samuel 8:7). Y aunque son informados del alto costo que sufrirán para mantener a un rey, los israelitas todavía dicen: No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras (1 Samuel 8:19-20). Aunque Jehová les mandó a ser santos como Él es santo, ellos respondieron que no quieren, sino que desean ser como todas las naciones alrededor. Entonces, hay un gran paso para adelante en el arrepentimiento de Israel bajo el liderazgo de Samuel… a la vez, rehúsan tomar otro paso para adelante cuando rechazan una vida nacional conforme a la santidad de Jehová. La atracción de la vida pagana es muy fuerte… Uno de los eventos más escandalosos en nuestra lectura de la Biblia hasta el momento tiene que ser la pérdida del arca del pacto. ¿Quién habría imaginado que
el arca, tan santo que el sumo sacerdote sólo puede entrar el cuarto donde está una vez por año y con sangre por sus propios pecados y los del pueblo, podría caer a manos de los filisteos? ¿Cómo puede el trono de la Presencia de Jehová que derrumbó a Jericó y venció a todos sus enemigos en la conquista de la tierra prometida dejar atrás 30,000 Israelitas muertos mientras es llevado al campamento enemigo? Es tan escandaloso el evento que lo menciona cinco veces en sólo 12 versículos. Parece increíble. Pero al reflexionar más, ¿no parece más escandaloso el robo de las ofrendas que cometían regularmente los hijos de Elí ante la Presencia de Jehová? (1 Samuel 2:13-16) ¿No parece más increíble que convirtieron el tabernáculo en su propio harén? (1 Samuel 2:22) ¿No parece más vergonzoso el juicio declarado contra la casa sacerdotal de Israel? (1 Samuel 2:27-36; 3:11-14) ¿Cómo se atrevían a blasfemar la santidad de Jehová por tanto tiempo? La pérdida del arca es simplemente una realidad puesta en evidencia: la casa de Elí ha menospreciado la Presencia de Jehová. La abandonaron Elí, Ofni y Finees mucho antes que la Presencia los abandonó en el campo de batalla. Pero Jehová no ha abandonado a su pueblo. Aunque su arca está en manos de los filisteos, ha dado amplia evidencia que su Presencia es viva, no cautiva, y en comunicación con el profeta joven Samuel. Como para proteger al pueblo por el choque que iba a venir, le demostró claramente: Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová (1 Samuel 3:19-20). Es escandaloso y vergonzoso cuando cae el juicio de Jehová. Que su pueblo tiemble antes de su llegada y se arrepienta de su pecado mientras hay tiempo. |
AutorRev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU. Archivos
Abril 2014
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