Si uno desea empezar su lectura de la Biblia cualquier otro día del año, todo el calendario está bajo la página "Empiece hoy".
De nuevo, que Dios les bendiga en sus esfuerzos de leer y entender su palabra.
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Doy gracias a Dios por poder completar hoy el calendario diario de lecturas hasta el final de 2016 por todos los que desean leer la Biblia cada año empezando el primero de enero.
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En resumen: Jesús resucita de los muertos y, con toda potestad en el cielo y en la tierra, manda a sus discípulos a hacer discípulos a todas las naciones.
En más detalle: La confusión, la oposición, el engaño y aún la muerte no pudo derrocar al Ungido de Jehová; vence a todos por su muerte obediente y su resurrección. Mientras sus discípulos reciben las noticias consoladoras y gloriosas de su resurrección (Mateo 28:5-10), sus enemigos vuelven al engaño para intentar a negar la obra gloriosa de Jehová (Mateo 28:11-15). El evangelio de Mateo se cierra con unos versículos culminantes para encaminar a los discípulos y a todos los lectores / oyentes hacia su segunda venida. Empieza con la reunión en Galilea: Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban (Mateo 28:16-17). Note que Jesús no los deja en la duda; se les acerca y les habla (Mateo 28:18). La profecía clave de Daniel 7 dice: Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido (Daniel 7:13-14). En cumplimiento de esta profecía, Jesús les notifica a sus discípulos: Toda potestad me es dada en el cielo y la tierra (Mateo 28:18). ¡El plan de Jehová para las naciones se ha cumplido en Jesucristo! Y ahora manda a sus discípulos a comunicar esta victoria a todas las naciones hasta que su reino sea consumado en toda la tierra: Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19). La restricción anterior: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:5-6), ahora ha sido superada debida a la nueva autoridad de su Señor: Toda potestad me es dada en el cielo y la tierra (Mateo 28:18). Y les indica cómo preparar a nuevos discípulos: Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado (Mateo 28:19-20). Su discipulado empieza con el bautismo y continúa mientras aprende y pone en práctica todo lo que Jesús ha enseñado. Note que Jesucristo se identifica claramente con los atributos de la Deidad en estos versículos. Primero, tiene toda potestad. Segundo, se iguala al Padre y al Espíritu Santo según la declaración del bautismo del discípulo: Bautizándolos en el nombre [singular] del Padre, y del Hijo, y del Espíritu [plural] (Mateo 28:19); los Tres son Uno en todos los atributos asociados con el nombre divino. Tercero, en vez de mandar que sus nuevos discípulos guarden todas las cosas que el Padre ha mandado, dice: que guarden todas las cosas que os he mandado (Mateo 28:20); la autoridad de su palabra iguala la del Padre. Y cuarto, es omnipresente, un atributo que sólo tiene Jehová: He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Adonde sea que vayan y cuándo se vayan, Él estará presente con ellos. En tres versículos cortos tenemos una declaración gloriosa del cumplimiento del nuevo reino del Ungido, profetizado en Daniel 7:13-14 y otros versículos del Antiguo Testamento. En resumen: Después de celebrar su última pascua con sus discípulos, Jesús es arrestado y crucificado. Durante todo, Jesús anda en conformidad con los planes establecidos por su Padre.
En más detalle: Al terminar la última enseñanza extendida del evangelio de Mateo en capítulos 24 y 25, Jesús dirige a los discípulos otra vez a la razón principal de su venida a Jerusalén: Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado (Mateo 26:1-2). El juicio divino contra el templo en Jerusalén y su segunda venida son para el futuro; hay eventos mucho más urgentes para cumplir. Es impresionante notar que Jesús anda en conformidad completa con su Padre celestial aun cuando sus enemigos no desean: Tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle. Pero decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo (Mateo 26:4-5). Los eventos a continuación demuestran que el Padre celestial y Jesús están en control completo de la situación, no sus enemigos. La unción de Jesús en Betania resulta ser un punto decisivo en el transcurso de la historia. Otra vez Jesús habla de su muerte, pero en términos aún más concretos: Al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura (Mateo 26:12). Parece que la realidad carnal impactó a Judas Iscariote – Jesús no habla de reinar ni vencer sino de ser enterrado. No nos describe ninguna deliberación interior; Judas simplemente se mueve al beneficio económico de la situación: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? (Mateo 26:15) Jesús está en control aún de los detalles de la pascua (Mateo 26:17-19). La traición que viene no lo toma de sorpresa sino que le indica a Judas mismo lo que va a suceder (Mateo 26:21-25), e informa a los discípulos que lo van a abandonar y negar (Mateo 26:31-35). Pero subraya para los discípulos el significado de los eventos que están por suceder: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados (Mateo 26:28). Estudiamos el pacto en detalle en las lecturas del pacto de Jehová con Abraham en Génesis 12– 15 y 16 – 18:15; otra vez le hicimos referencia cuando Jehová entra en pacto con todo Israel en Éxodo 19 – 24 y al ver el pacto con David en 2 Samuel 7. Básicamente, el pacto sella formalmente una relación por gracia que ya existe, una relación iniciada por el amor de Dios en que le regala beneficios al creyente; por agradecimiento, éste le responde en fe, obediencia y devoción. El pacto asegura el cumplimiento continuo de esta relación y, por una ceremonia notable, la sella por el derramamiento de sangre. Así señala Jesús el significado de su crucifixión, para que estemos en un nuevo pacto con el Padre, sellado con su sangre, que incluye la remisión de los pecados. Pero la crucifixión no será el fin de Jesús: Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre (Mateo 26:29). La realidad del nuevo pacto por la sangre de Jesús que remitió nuestros pecados celebramos en la Santa Cena, siempre con la mirada hacia el futuro cuando la celebremos junto con Él en el reino de su Padre. La oración en Getsemaní (Mateo 26:36-46) nos da una vista íntima a la angustia de Jesucristo en seguir el plan del Padre por nuestra salvación. También le enseña al discípulo verdadero cómo debe responder a la persecución de que le informó en Mateo 10:16-22, 28, 34-39; 23:34 y más recientemente en 24:9-13: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil (Mateo 26:41). Tiene que evitar el ejemplo de Pedro que no ora y niega al Señor tres veces (Mateo 26:40, 43, 69-75); también tiene que evitar una respuesta en violencia como hizo un discípulo (Mateo 26:52; no identificado en este evangelio). Fortalecido en oración con el Padre, Jesús sigue en voluntaria sumisión al Padre. Se entrega a los que vienen a arrestarlo: He aquí que ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; se acerca el que me entrega (Mateo 26:45-46). Reprende al discípulo que respondió en violencia: ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirán las Escrituras, de que es necesario que así se haga? (Mateo 26:53-54) Y enfrente de la injusticia nefanda de la situación, Jesús siempre vuelve al plan de su Padre revelado en su palabra: Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas (Mateo 26:55-56). Cuando falla el falso testimonio sobre Jesús, el sumo sacerdote le dice: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios (Mateo 26:63). Toda la confusión y la oposición en crecimiento por todo el libro han llegado a su colmo. Jesús responde por exaltar su gloria en medio de la confusión y la oposición por identificarse otra vez con la profecía sobre el Hijo del Hombre de Daniel 7, igual como hizo con los discípulos en el monte de los Olivos en Mateo 24:30. Una diferencia importante es que Mateo 24:30 habla de la vista al Hijo del Hombre en poder como una percepción futura; aquí en Mateo 26:64 anuncia Jesús que se está cumpliendo: Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo (Mateo 26:64). ¡Es el punto culminante! En vez de someterse gozosamente al dominio justo de Jehová, el sumo sacerdote rebela contra Dios y adelanta los eventos que culminarán en la crucifixión de Jesucristo… a la vez encaminando a Jesús hacia su gloria redentora y sellando su propia condenación por rechazarlo. Después de que Jesús es entregado para ser crucificado, note que Mateo por lo general no se concentra en el dolor ni la sangre ni el aspecto emocional y visual de la tortura de Jesús. Más le llama la atención la burla de Jesús por símbolos reales, una burla que expresa su rechazo total de Jesús como el Cristo: Desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza (Mateo 27:28-30). La burla continúa con el letrero puesto sobre la cabeza, los insultos de los que pasaban y el escarnio de los principales sacerdotes, los escribas, los fariseos y los ancianos y aún los ladrones que estaban crucificados con Él. Pero por otro lado, algunos ejercen la fe devota a Jesús, y serán recordados por el evangelio: El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios (Mateo 27:54). Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 27:55-56). Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús (Mateo 27:57-58). Estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro (Mateo 27:61). Y en medio del escarnio y la devoción humilde, en sumisión al plan de su Padre celestial por nuestra redención, Jesús muere. Hasta el final guarda en mente el cumplimiento de la Sagrada Escritura: Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mateo 27:46) No sólo es una declaración de angustia sino una cita del Salmo 22:1, un salmo que expresa proféticamente la desesperación de la crucifixión de Jesucristo… y su vindicación por Dios para su gloria. De nuevo, sus enemigos intentan a manejar los eventos de acuerdo con su propia ventaja: Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos (Mateo 27:64). Y terminamos la lectura para hoy con una tumba asegurada, sellada y guardada, todo con la intención de quitar la autoridad, el dominio y la gloria del Ungido de Jehová. En resumen: Jesús prepara a sus discípulos por la destrucción del templo y su segunda venida.
En más detalle: Jesús ha decretado el juicio contra la religión hipócrita que encontró en el templo: 1) Como parábola de juicio, maldijo la higuera en Mateo 21:19. 2) Les anunció a los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo: El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él (Mateo 21:43). 3) En la parábola del rey que hizo fiesta de bodas a su hijo, les contó de la reacción del rey afrentado: Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad (Mateo 22:7). 4) Juzgó la hipocresía de los fariseos y anunció: He aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación (Mateo 23:34-36). 5) Jesús lamenta el juicio que vendrá sobre la ciudad y anuncia: He aquí vuestra casa os es dejada desierta (Mateo 23:38). Pero estando allí entre tanta gente, con la realidad del día presente, los planes para los días próximos y la seguridad que se sentían al caminar entre las piedras grandes que forman el templo, los discípulos no han captado el significado del juicio que acaba de anunciar Jesús: Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo (Mateo 24:1). Según Marcos 13:1, están impresionados con el tamaño de las piedras y la arquitectura impresionante que se habían levantado. Pero con una profecía de un versículo, Jesús los despierta del sueño: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada (Mateo 24:2). Más tarde, cuando están en el monte de Olivos, probablemente con el templo a la vista, le preguntan a Jesús: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? (Mateo 24:3) [Antes de continuar, note que hay muchos cristianos devotos, sabios y bien preparados en la palabra de Dios que elaboran interpretaciones muy diferentes de los versículos que siguen. Mi intención no es criticar ninguna de esas teorías sino presentar con humildad lo que me parece la interpretación más lógica para un lector de esa época que del Nuevo Testamento sólo tiene enfrente el evangelio de Mateo. Luego, deseo ver cómo esta interpretación nos impacta el día de hoy, concentrando sólo en la lectura que tenemos delante.] La puntuación de la traducción española Reina Valera 1960 sugiere que los discípulos preguntan por tres cosas: 1) ¿Cuándo serán estas cosas? 2) ¿qué señal habrá de tu venida? 3) ¿y [qué señal habrá] del fin del siglo? Hay que acordarse de que en el griego de esa época, no hubo puntuación para indicar las comas que utilizamos hoy. Creo que una lectura más natural del griego encuentra dos preguntas aquí: 1) ¿Cuándo serán estas cosas? 2) y ¿qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo? Así lo han interpretado los editores de la Nueva Versión Internacional también, sin coma entre las palabras “venida” y “y del fin del…” Por eso, entiendo que la respuesta de Jesús cubre dos temas principales: 1) cuándo serán estas cosas, es decir, la destrucción del templo que anunció en versículo 2 en que no se quedará piedra sobre piedra, y 2) qué señal habrá de su venida, una venida que incluye también el fin del siglo. Primero que todo, Jesús les dice a sus discípulos: Mirad que nadie os engañe (Mateo 24:4). Acuérdese de la confusión que ha seguido el ministerio de Jesucristo por casi todo el libro, una confusión en que han caído los discípulos a veces. No se va a acabar con su crucifixión y resurrección. Además, será una confusión agresiva cuando llegan algunos como lobos vestidos de ovejas: Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán (Mateo 24:5). Encima de esto, los eventos mundiales van a indicar un gran cambio como el fin del siglo: Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin (Mateo 24:6). Es decir, estos eventos preocupantes mundiales no serán evidencia de la llegada del fin, y los discípulos no deben perder su tiempo en preocuparse por esa conexión. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mateo 24:7-8). El fin verdadero será mucho más impactante que lo que indican esos eventos. Entonces os entregarán a tribulación (Mateo 24:9). Note que la tribulación es la experiencia del discípulo; Jesús no les prometió a sus discípulos una vida sin tribulación. Y su experiencia será más severa: Y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre (Mateo 24:9). Mucho más llamativa que los eventos mundiales será la experiencia personal de persecución por seguir a Jesús. Los discípulos van a experimentar la traición y el engaño: Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos (Mateo 24:10-11). Hasta se sentirá la falta de dos características esenciales del reino de Dios, la santidad y el amor: Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará (Mateo 24:12). Por eso, Jesús presenta el tema principal que desea que sus discípulos guarden en toda esa confusión y tribulación, el tema principal que va a elaborar en todo capítulo 24 y 25: Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo (Mateo 24:13). El verdadero discípulo de Jesucristo tiene que prepararse de antemano para perseverar en la fe y el amor a su Señor a pesar del engaño agresivo y la confusión que engendra, la persecución que termina en la muerte y la falta de santidad y amor en su iglesia. Tiene que perseverar porque así hará su Señor también: Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mateo 24:14). Como el Señor no va a abandonar el anuncio del evangelio a pesar de la tribulación, la persecución, la confusión, la inmoralidad y la soberbia en el mundo sino que lo empoderará para que sea predicado a todas las naciones, así su verdadero discípulo va a perseverar activa y poderosamente en la fe sin tropezar por los obstáculos alrededor. Ahora que Jesús ha destacado la actitud que tienen que guardar sus discípulos a estos eventos, contesta la primera pregunta de los discípulos: ¿Cuándo serán estas cosas? (Mateo 24:3), la pregunta en referencia a la profecía de Jesús: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada (Mateo 24:2). La contesta por una referencia profética: Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (Mateo 24:15). La abominación desoladora se describe en Daniel 8:13; 9:27; 11:31; 12:11 en conexión con el rey del norte que profanará el santuario y sobre quien será derramada la destrucción. La profecía fue cumplida en 167 a.C. cuando Antíoco Epífanes conquistó Jerusalén, prohibió los sacrificios judíos en el templo y levantó un altar por sacrificios paganos. Esta situación continuó por tres años hasta que Judas Macabeo tomó control de Jerusalén de nuevo, purificó el templo y reinstituyó los ritos judíos (France, R.T, The Gospel of Matthew, New International Commentary of the New Testament; 2007: Grand Rapids, Eerdmans, pág. 911). Aunque la profecía de Daniel se ha cumplido, Jesús hace referencia de la abominación desoladora como algo futuro que sus discípulos van a ver. Es decir, esta profecía de Daniel tiene un cumplimiento múltiple. Como hemos visto en las profecías acerca de Jesucristo (por ejemplo de Isaías 7:14 en Mateo 1:22-23), su Presencia y su enseñanza reconfiguran las profecías del Antiguo Testamento y las llenan con un nuevo significado y aplicación. ¿A qué refiere la abominación desoladora, entonces? Una referencia editorial nos dice: El que lea, entiende (Mateo 24:15), otra referencia a Daniel: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin… pero los entendidos comprenderán (Daniel 12:9-10). El discípulo que persevera igual como Daniel le va a pedir sabiduría de Dios para poder entender estos eventos. Y en el evangelio de Lucas se revela su significado: Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado (Lucas 21:20). Es una referencia a la campaña militar romana en los años 67-68 d.C. para aplastar la rebelión judía en la Palestina que, después de ser suspendida en 68-69 d.C. por la guerra civil en Roma, se reinició en el año 69 y se culminó en el sitio de Jerusalén y la destrucción entera de la ciudad y el templo en 70 d.C. Note que aquí habla Jesús de una destrucción local: Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes (Mateo 24:16). La llegada de las tropas paganas (menos de 40 años después de que la describió Jesús) va a ser tan rápida que no habrá tiempo para contemplarla: El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa (Mateo 24:17-18). Todos, hasta los más vulnerables, serán expuestos al terror venidero: Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! (Mateo 24:19) Cuando los discípulos levantan peticiones en anticipación de ese evento, no deben pedir que no ocurra – ya se ha decidido que va a ocurrir – sino que encuentren alguna misericordia en sus esfuerzos para escaparlo: Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo (Mateo 24:20; note que uno no quiere que sea en día de reposo, no porque tendría que quebrar algún mandamiento que restringe la distancia que puede viajar sino porque sería mucho más difícil encontrar el alimento y la ayuda que necesitan mientras no hay mercados en camino). El peligro, terror y sufrimiento de esos días para los discípulos no tendrán comparación: Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá (Mateo 24:21). También serían intolerables si no fuera por la misericordia de Dios: Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los elegidos, aquellos días serán acortados (Mateo 24:22). Como hemos visto en muchas profecías del Antiguo Testamento, cuando se descarga el juicio de Dios, Él será fiel para proteger a los suyos aunque sufrirán gran tribulación. En esta revelación, Jesús vuelve al tema de la perseverancia en medio de la confusión y el engaño agresivo: Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos (Mateo 24:23-24). Que se mantengan preparados para no ser engañados: Ya os lo he dicho antes (Mateo 24:25). De aquí Jesús empieza a enseñar la diferencia entre su llegada según los falsos profetas y su llegada verdadera: Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre (Mateo 24:26-27). Su venida será rápido, claramente visible a todos y notable: Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas (Mateo 24:28). Note que Mateo 24:26-28, y sobre todo versículo 27, es un paréntesis en que Jesús brevemente pone de lado su profecía sobre la destrucción de Jerusalén para señalar algunas características de su segunda venida. Ahora en versículo 29 vuelve al tema de la destrucción de Jerusalén, un tema que dejó incompleto – todavía no ha hablado de la destrucción del templo mismo; sólo ha hablado del engaño agresivo, de la abominación desoladora y la gran tribulación que van a sufrir los discípulos al huir de este evento local. Vuelve a este tema al decir: Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días (Mateo 24:29), los días cuando huyen del sitio de Jerusalén. Luego dice: El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas (Mateo 24:29). Aquí Jesús declara en símbolos proféticos del Antiguo Testamento la caída violenta de una época y el inicio de una nueva. Acuérdese de que los leímos en Isaías 13 cuando profetizó de la caída de Babilonia: He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes (Isaías 13:9-11). El cosmos se disuelve también cuando Jehová juzga a todas las naciones, específicamente a Edom: Y todo el ejército de los cielos se disolverá, y se enrollarán los cielos como un libro; y caerá todo su ejército, como se cae la hoja de la parra, y como se cae la de la higuera. Porque en los cielos se embriagará mi espada; he aquí que descenderá sobre Edom en juicio, y sobre el pueblo de mi anatema (Isaías 34:4-5). Ezequiel levanta endechas por Faraón por los mismos símbolos: Cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor (Ezequiel 32:7-8). El día de Jehová juzga a los israelitas en la plaga de langostas en la generación del profeta Joel: Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor… El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová (Joel 2:10, 31). El mismo desorden cósmico anunciará el juicio de Jehová contra Israel en la época del profeta Amós: Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro (Amós 8:9). Será seguido por la lamentación personal: Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza; y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo (Amós 8:10). Por los mismos símbolos proféticos, Jesús anuncia el juicio de Dios contra la religión hipócrita del templo que había denunciado detalladamente en Mateo 21 – 23: El sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas (Mateo 24:29). Todo el sistema religioso asociado con el templo será derrocado por el juicio justo de Dios. Será remplazado por una nueva época centrado en Jesucristo, no en el templo: Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mateo 24:30). Este versículo no refiere a la segunda venida de Jesucristo a la tierra sino al acercamiento del Hijo del Hombre al Anciano de días en el cielo en Daniel 7: He aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido (Daniel 7:13-14). La destrucción del templo será la vindicación de que ha sido superado por el reino de Jesucristo, el Hijo del Hombre que desde el cielo ejerce dominio sobre todas las naciones a la diestra del Padre (France, The Gospel of Matthew, 924). La reacción de las tribus de la tierra cumple la profecía de Zacarías: Mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito. En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén (Zacarías 12:10-11). En Mateo 24:30 refiere específicamente a las tribus de Israel en la tierra prometida, y lamentan el hecho de que el Hijo de Hombre a quien han rechazado ahora ha sido entronado como el Ungido de Jehová por excelencia (France, The Gospel of Matthew, 924-25). Si entendemos que las palabras “en el cielo”modifican al “Hijo del Hombre” en vez de “la señal” para indicar de dónde reina, la señal del Hijo del Hombre es la destrucción del templo en Jerusalén (France, The Gospel of Matthew, 926). Este cumplimiento de sus decretos de juicio en Mateo 21 – 23 demuestra que reina en lo alto. Luego: Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo de los cielos hasta el otro (Mateo 24:31). Así describe el anuncio del evangelio con poder a todas las naciones, la comisión con que terminará el libro de Mateo. Así la religión centrada en el templo será superada por la devoción centrada en Cristo Jesús. Jesús confirma la respuesta que les ha dado a los discípulos por su pregunta: ¿Cuándo serán estas cosas? (Mateo 24:3) De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca (Mateo 24:32-34). Y en menos de 40 años, los eventos que profetiza serán cumplidos. Por eso insiste: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mateo 24:35). Luego Jesús cambia de tema para contestar la segunda pregunta de los discípulos: ¿Qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo? (Mateo 24:3). Mientras Jesús pudo decir que la destrucción de Jerusalén ocurriría en esa misma generación, contesta sobre su segunda venida: Del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre (Mateo 24:36). Además, va a ocurrir con una rapidez que no admitirá ninguna señal: Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre (Mateo 24:37-39). La abominación desoladora servirá de señal para la destrucción de Jerusalén – aunque no habrá tiempo para descender de la azotea para sacar algo de la casa, todavía habrá tiempo para reconocer la señal y correr. Pero no habrá tal señal para la segunda venida de Jesucristo: Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada (Mateo 24:40-41). Estarán trabajando en los quehaceres diarios sin sentir ningún peligro ni ansiedad – de repente, uno será llevado. Note que Jesús no nos dice adónde será llevado ni para qué, si es por juicio o por protección – sólo quiere indicar la rapidez y la falta de anticipación con que va a ocurrir. Por eso insiste en la lección que va a subrayar con las parábolas que siguen en todo capítulo 24 y 25: Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor (Mateo 24:42). Porque no habrá señal, el verdadero discípulo necesitará estar preparado en todo momento. Así enseña Jesús en la parábola que sigue: Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis (Mateo 24:43-44). ¿Cómo estarán preparados los discípulos? Por servir diligentemente a sus consiervos: ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá (Mateo 24:45-47). Y los discípulos tendrán que guardarse de la tentación de servirse a sí mismos y sus placeres carnales por la aparente falta de supervisión y vigilancia de parte de su Señor: Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 24:48-51). Jesús explica la preparación de los discípulos por las tres parábolas de Mateo 25. En la parábola de las 10 vírgenes (Mateo 25:1-13), Jesús insiste que la preparación sea hecha con anticipación; cuando llegue la hora, no habrá tiempo para prepararse. También, la preparación es individual; no se puede depender de la preparación de otros cuando llegue ese día. Note también que termina con la misma lección que declaró en Mateo 24:42: Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir (Mateo 25:13). En la parábola de los tres siervos y los talentos (Mateo 25:14-30), Jesús expande la lección sobre la preparación individual con anticipación. Será una inversión de todo lo que ha recibido para el beneficio del Señor, y como las inversiones, será de largo plazo. Los esclavos fieles van a ser premiados; los negligentes recibirán castigo. Pero, ¿cómo será esta inversión? ¿Qué exactamente se va a invertir? La parábola de las ovejas y los cabritos en Mateo 25:31-46 la explica. El discípulo verdadero pone en evidencia su fe firme en Jesús por servir diligentemente a sus hermanos necesitados. En servirles a ellos, le han servido a Jesucristo mismo. En resumen, la respuesta de Jesús a las preguntas de los discípulos (¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo?) hace mucho más que satisfacer una curiosidad intelectual. Prepara a los discípulos a perseverar en medio de engaños agresivos, tribulación y persecución. Confirma la fe en su palabra por predecir la destrucción de Jerusalén y el dominio universal del Hijo del Hombre. Les informa que no habrá señal antes de su segunda venida, y por eso les entrena en la inversión diligente y a largo plazo en el reino por aliviar el sufrimiento físico de sus hermanos necesitados. Si hemos leído correctamente Mateo 24 – 25, encontraremos no sólo la satisfacción intelectual sino la reconfirmación en la fe manifestada en una perseverancia en la doctrina sana sobre Jesucristo y un servicio diligente y constante a nuestros hermanos necesitados en la fe. Que escuchemos también las palabras: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mateo 25:21, 23). En resumen: Jesús, el Ungido de Dios e Hijo de Dios, entra en el templo como el Rey manso descrito por las profecías de Isaías 62:11 y Zacarías 9:9. Pero en vez de encontrar la clase de religión que ha descrito desde Mateo 5 en adelante, encuentra la hipocresía y un rechazo completo de su dominio.
En más detalle: Al leer Mateo 21 – 23, no pase por encima del hecho de que estos eventos pasan en Jerusalén y en el templo. No se le olvide de la historia de esta ciudad central en la relación entre Jehová y su pueblo. Acuérdese de que esta ciudad de los jebuseos no fue conquistada completamente hasta que el recién ungido rey David, el antepasado de Jesucristo, la conquistó hace siglos en 2 Samuel 5:3-9 (Josué 12:7, 10; 15:63; Jueces 1:8, 21). Acuérdese que el sitio del templo fue determinado por el rey David cuando vio que en la era de Arauna jebuseo, Jehová detuvo la mano del ángel destructor y oyó las súplicas de su pueblo para terminar la plaga (2 Samuel 24:11-25; 1 Crónicas 21:14 – 22:1). Piense en la maravillosa construcción del templo y la oración de Salomón en agradecimiento por lo pactos mosaico y davídico, dedicando el templo como el lugar donde Jehová escucharía la oración de su pueblo y perdonaría sus pecados (1 Reyes 5 – 8; 2 Crónicas 3 – 7). Acuérdese también de la respuesta de Jehová: Yo he santificado esta casa que tú has edificado, para poner mi nombre en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos los días… Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí (1 Reyes 9:3, 6, 7). Piense en el gozo del pueblo de Jehová en Jerusalén en el Salmo 48. Piense también en el abandono del templo por la gloria de Jehová en Ezequiel 8 – 11 y la destrucción de ese lugar sagrado por los caldeos y los pecados del pueblo de Jehová según 2 Reyes, 2 Crónicas, Jeremías, Lamentaciones y Ezequiel. Acuérdese de la pasión por ver su reconstrucción en Esdras, Hageo y Zacarías. Lleve a la mente otra vez las profecías de Isaías, Ezequiel, Hageo y Zacarías sobre su restablecimiento como el punto sagrado de la relación entre Jehová y su pueblo. A ese lugar sagrado y profundamente significativo llega Jesucristo, el Ungido de Dios, en Mateo 21 – 23. Note que Jesús ha visitado Jerusalén en otras ocasiones durante su ministerio público (en Juan 2:13-14 y 7:10-14, por ejemplo), pero es la primera vez que Mateo lo menciona allí. Nos ha preparado por su llegada a la ciudad en 16:21 y 20:17-19, pero ha pasado por encima de sus otras visitas. Quiere que nosotros los lectores nos fijemos en la importancia de su entrada y los capítulos siguientes como el colmo, el desarrollo completo, del ministerio público de Jesucristo. Además, por su lugar en la Biblia al principio del Nuevo Testamento, podemos verlos como un paso decisivo en el plan de Dios por la salvación de todo su pueblo que abarca ambos testamentos. Ese punto decisivo señala Mateo cuando describe la entrada de Jesucristo a la ciudad como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento: Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga (Mateo 21:5), una combinación de Isaías 62:11 y Zacarías 9:9. ¡El Rey viene en paz para ejercer dominio sobre su pueblo santo! Pero la recepción a su llegada es escandalosa. Una gran parte de la población de Jerusalén no sabe quién es (Mateo 21:10); y otra parte lo reconoce como un profeta solamente, no como rey (Mateo 21:11). ¡Todavía predomina la confusión de los capítulos anteriores acerca de la identidad y el ministerio de Jesús! Entra el templo y encuentra que los intereses económicos han superado a los espirituales; entonces, establece su justicia por echar a los mercaderes y su mercancía (Mateo 21:12-13). Y en una manifestación de misericordia incomparable con toda la historia del templo, ¡recibe a los ciegos y los cojos, y los sana (Mateo 21:14)! Las profecías sobre el reino de los cielos declaradas en Isaías 29:18 y 35:5-6 son cumplidas delante de los ojos del pueblo en el eje geográfico de su relación con Jehová. Los niños reconocen y celebran, pero los líderes del templo, los que deben dirigir al pueblo a reconocer la gloria del Hijo de David, en cambio se indignan contra Jesús (Mateo 21:15-16). Por una parte Mateo 21:17 parece un detalle geográfico: Y dejándolos, salió fuera de la ciudad a Betania, y posó allí. Pero por otra, vemos el escándalo en que el Rey prometido de justicia y misericordia ni tiene lugar en Jerusalén donde recostar la cabeza. De allí viene el juicio. Jesús condena la higuera, una acción simbólica de su condenación de Jerusalén (Mateo 21:18-19). Al llegar Jesús al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo lo demandan: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad? (Mateo 21:23) Jesús les hace una pregunta para que se les revele su capacidad de discernir la autoridad espiritual o no: El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? (Mateo 21:25). Por su respuesta, los principales sacerdotes y los ancianos demuestran que no son capaces ni de identificar las credenciales espirituales del hombre de mayor importancia nacido de mujer en toda la historia de su religión (Mateo 11:11; 21:27); por eso, de acuerdo con su práctica de no enseñar nueva revelación donde la previa se ha rechazado (Mateo 13:12), dice: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas (Mateo 21:27). De la respuesta vergonzosa de los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se les brotan 2 capítulos y medio del juicio divino por su rechazo del Rey ungido de Dios y la hipocresía con que sostienen la apariencia de una relación verdadera con él. Jesús los denuncia por tres parábolas de juicio. Primero, la parábola de los dos hijos los denuncia por su rechazo de Juan el Bautista: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle (Mateo 21:31-32). Segundo, la parábola del dueño de la vina y los labradores malvados confirma su culpabilidad de su propia boca y por la Sagrada Escritura y decreta su condenación: Por tanto, os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él (Mateo 21:43). Tercero, la parábola del rey y los convidados desagradecidos les anuncia su fin y la obligación de todos de rendir al Rey y a su Hijo el debido respeto. Pero en vez de arrepentirse: Se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra (Mateo 22:15). Es decir, aunque vieron con sus propios ojos las señales milagrosas de la llegada del Mesías (Mateo 21:14), aunque vieron la llegada de su reino en justicia (Mateo 21:4-9, 12-13), aunque acaban de escuchar la sabiduría con que juzga a su pueblo (Mateo 21:23 – 22:14; una sabiduría más alta que la de Salomón, Mateo 12:42), responden con una incredulidad descarada por intentar a demostrar que sean más sabios que Él, que sepan gobernar y juzgar al pueblo mejor que el Ungido de Dios. Jesús les revela a todos la sabiduría insuficiente de los líderes religiosos al responderles sus preguntas sobre el tributo a César (Mateo 22:16-22) y sobre la resurrección (Mateo 22:23-33). Demuestra su conocimiento que abarca toda la ley (Mateo 22:34-40). Y les deja con una pregunta sobre la identidad del Mesías que no pueden contestar (Mateo 22:41-45). Frente a tanta sabiduría, los principales sacerdotes, los ancianos del pueblo, los fariseos y los saduceos deben responder de acuerdo por lo menos con el centurión en unos capítulos: Verdaderamente éste era Hijo de Dios (Mateo 27:54). Pero se callan en el endurecimiento de su rebelión: Nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más (Mateo 22:46). Por eso se despierta un capítulo entero de denuncia contra la hipocresía y la rebelión de los fariseos. Como han recibido más revelación que todas las generaciones anteriores por poder escuchar la voz del Mesías y ver su justicia delante de sus ojos y como han rechazado y rechazarán a sus embajadores, la condenación de esos líderes será a acumulativa: Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación (Mateo 23:34-36). Pero en medio de este juicio devastador, todavía suena la misericordia inagotable de Jehová: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor (Mateo 23:37-39). En resumen: En Mateo 16:18, Jesús les dijo a los discípulos que iba a edificar su iglesia, la comunidad del reino de los cielos aquí en la tierra, sobre la roca de la declaración de la fe en Él como el Hijo del Dios viviente. Ahora en Mateo 18 – 20
Jesús les enseña a sus discípulos algunas de las actitudes sorprendentes que guardarán en esta comunidad. En más detalle: Jesús enseña varias lecciones inesperadas y sorprendentes en Mateo 18 – 20 para preparar a sus discípulos por la nueva sociedad en que van a vivir. La primera aparece inmediatamente con la pregunta de los discípulos: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? (Mateo 18:1) Si esta prioridad fuera dada por la bienaventuranza declarada en Mateo 16:17, Jesús podría haber contestado: Pedro. Si fuera por la relación familiar o alguna obra de piedad, podría haber nombrado a algún apóstol o pariente. Si le hubieran preguntado lo mismo a un rey terrenal, habría nombrado a algún general o consejero. Pero Jesús les da una respuesta casi inimaginable: Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 18:2-3). ¡Ni entrarán en el reino de los cielos si no imitan la dependencia de un niño en el sentido espiritual! El reino de los cielos y la iglesia (su manifestación en la tierra) no es un lugar para la ambición, la competencia o la promoción de agendas terrenales. Esas actitudes son de los excluidos del reino, de los a quienes el Señor dirá: Nunca os conocí (Mateo 7:23). En cambio, esa clase de promoción no caracteriza el reino de los cielos ni entra en la agenda de sus participantes: Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos (Mateo 18:4). Al decir Jesús: Cualquier que se humille como este niño (Mateo 18:4), tenemos que reconocer que refiere a cualquier adulto o niño, hombre o mujer, que confía en Jesucristo con una fe o dependencia humilde de un niño. Y siendo así, podemos aplicar los versículos que siguen a cualquier miembro del reino de los cielos: Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquier que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar (Mateo 18:5-6). Los miembros de la iglesia no sólo protegerán de forma especial a los niños sino que buscarán la protección y tratarán con un cariño especial a todos los suyos que guardan una fe humilde y dependiente en el Señor Jesucristo. Uno preferiría perder una parte del cuerpo que tener que responder al Padre celestial por un tropiezo puesto en sus caminos (Mateo 18:7-10). En vez de promocionarse, los miembros de la iglesia van a concentrarse en la protección y el desarrollo espiritual de todos los demás, especialmente a los que son débiles y se apartan fácilmente de los caminos del Señor: Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido (Mateo 18:11). ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron (Mateo 18:12-13). Otra vez, esta actitud se demuestra no sólo a los niños sino a todos los que guardan la fe humilde en Él: No es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños (Mateo 18:14). Pero a veces uno de ellos se va a descarriar por sus propios pecados. ¿Qué hacen los miembros de una iglesia entonces para guiarlos de nuevo al rebaño? Jesús explica todo un proceso de cuatro pasos posibles para que la iglesia alcanzara a los descarriados, siempre con amor y deseo de restauración (Mateo 18:15-17). Y les da autoridad para ejercer la justicia y la restauración a la persona que se descarría por sus pecados (Mateo 18:18-19), a tal punto que Jesús mismo estará presente aún en el primer paso, cuando un creyente le habla a otro a solas para llevarlo al arrepentimiento con amor y guiarlo a la restauración: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mateo 18:20). Pedro reconoce que si la meta de este proceso es la restauración, habrá la necesidad de perdonar a algunos hermanos varias veces, tal vez por la misma clase de ofensa si vuelven a descarriarse: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (Mateo 18:21) El perdonar siete veces probablemente es muy generoso según la enseñanza de la época. Hay evidencia del mundo antiguo de que los rabinos judíos enseñaban que uno era obligado a perdonar hasta tres veces por la misma clase de transgresión (notado por Leon Morris, The Gospel According to Matthew, The Pillar New Testament Commentary; 1992; Grand Rapids, Eerdmans; pág. 471). Pedro ha aprendido algo sobre el perdón abundante que enseñaba Jesús para proponer siete veces. Pero Jesús les revela a los discípulos otra sorpresa sobre la actitud que guardarán como iglesia. Tomó la expresión de soberbia y violencia en extremo que anunció Lamec en Génesis 4:24 y la convierte en una expresión del abundante perdón con que un discípulo va a tratar a otro: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete (Mateo 18:22). Y no lo propone como sugerencia sino que lo impone de obligación; al final de la parábola del siervo que rehusó perdonar a su consiervo, dice: Su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas (Mateo 18:35). Por todo Mateo 18 Jesús subraya la gravedad y la urgencia con que todos sus discípulos guarden la fe humilde y la dependencia en Él, que eviten cualquier estorbo a los demás, que guíen los unos a los otros al arrepentimiento con amor, cariño y deseo de compañerismo y que perdonen frecuente y abundantemente. El reino de los cielos en la tierra – la iglesia – será una comunidad incomparable, completamente distinta a cualquier otra que ha existido. Se someterá gozosa y humildemente al dominio de su Señor y pondrá en práctica las mismas características de compasión, amor, celo por la santidad y perdón que Él puso en evidencia en la tierra. Las sorpresas continúan en Mateo 19 cuando Jesús enseña del divorcio. En una sociedad en que el divorcio llegó a ser común y corriente (¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?... ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? (Mateo 19:3, 7)), Jesús vuelve a la fundación bíblica del matrimonio: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? (Mateo 19:4-5) Por su cita de Génesis 1:27 y 2:24, Jesús llega a su conclusión: Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre (Mateo 19:6). Y aunque Moisés permitió al pueblo de Dios que repudiara a sus mujeres, la nueva comunidad en Cristo Jesús no iría por ese rumbo: Yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera (Mateo 19:9). Pero las sorpresas no paran allí. Jesús bendice a los niños cuando los demás los ven como una interrupción o inconveniencia (Mateo 19:13-15). Enseña que las riquezas materiales son un estorbo para entrar el reino de los cielos en vez de la evidencia de la aprobación de Dios (Mateo 19:21-24). En su reino, muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros (Mateo 19:30), y las bendiciones de su reino serán por gracia, no en recompensa por el trabajo que han hecho (Mateo 20:1-16). Como Él sufrió, fue crucificado y resucitó, así sus discípulos estarán listos a sufrir por Él y a morir con la seguridad en la resurrección. Mantendrán la misma actitud de su Señor: El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:28). Y la lectura de enseñanzas sorprendentes termina con otra evidencia más de la compasión inaudita del Señor. Jesús está en marcha hasta el momento culminante de su ministerio. Se acerca a Jerusalén donde será torturado hasta la muerte. Dos ciegos sirven de distracción a los demás en camino, clamando por su atención aunque todos les dicen que se callen. Y en misericordia, Jesús detiene la marcha, les pone atención y les dice: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron (Mateo 20:32-34). Jesús nunca es “demasiado ocupado” para no atender el clamor de los necesitados. ¡Que comunidad tan bella la que pone en práctica las actitudes y las acciones de su Señor! En resumen: Mateo 14 – 17 continúa a desarrollar los temas de la oposición al reino de los cielos, la confusión sobre el ministerio de Jesús y las manifestaciones de su dominio y gloria superiores al Antiguo Testamento. Y mientras pasan los
eventos de estos capítulos, vemos que la fe de sus discípulos, aunque inmadura todavía, está en crecimiento. En más detalle: Al abrir capítulo 14, la oposición al reino de los cielos surge y crece en violencia cuando Juan el Bautista es decapitado. Acuérdese de cómo los profetas del Antiguo Testamento reprendían a los reyes por su desobediencia (por ejemplo, Natán a David por su pecado con Betsabé y por matar a Urías en 2 Samuel 11 – 12; Elías a Acab por matar a Nabot y tomar en posesión su viña en 1 Reyes 21; Isaías a Ezequías por recibir a los embajadores de Babilonia en 2 Reyes 20:12-19 e Isaías 39; Jeremías a Joacim cuando éste quemó el rollo de sus profecías en Jeremías 36; etc.) A veces los reyes oyeron y se arrepintieron; a veces rechazaron la palabra de Jehová y oprimieron a sus profetas. Pero nunca hemos visto una respuesta tan depravada y violenta como la de Herodes en Mateo 14. Vemos que Jesús habló en serio cuando dijo: Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mateo 11:12). El ser discípulo no es juego: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos (Mateo 10:16). Continúa la confusión sobre Jesús y su ministerio. Herodes piensa que Jesús es Juan el Bautista resucitado (Mateo 14:1-2); otros piensan que es Elías, Jeremías u otro profeta (Mateo 16:13-14). Aun los discípulos mismos malentienden sus enseñanzas y el propósito de su ministerio. Pedro no entendió la parábola sobre la contaminación que sale de la boca (Mateo 15:15-20), y ninguno de los discípulos captó la comparación de la doctrina de los fariseos a la levadura (Mateo 16:6-12). No entienden por qué no pudieron echar fuera a un demonio (Mateo 17:19-21). Y cuando Jesús les explica: Que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día (Mateo 16:21), ninguno de los discípulos entiende, y Pedro recibe una reprensión fuerte por insistir que Jesús no siga ese plan (Mateo 16:22-23). A pesar de la oposición y la confusión de sus discípulos y los demás, Jesucristo continúa a manifestar su gloria. Por compasión de la gente, da de comer a una multitud en el desierto dos veces (Mateo 14:13-21; 15:32-38). Supera el milagro parecido que hizo Eliseo en 2 Reyes 4:42-44 cuando se saciaron 100 hombres por sólo 20 panes de cebada y trigo nuevo en su espiga presentados por un hombre de Baal-salisa (2 Reyes 4:42-44). Pero por ocurrir en el desierto, los milagros de Jesús hacen eco de la provisión de maná en el desierto antes de que los israelitas entraran la tierra prometida. En esa provisión de largo tiempo, Moisés subrayó: [Jehová] te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre (Deuteronomio 8:3). Ahora a base de sus milagros en el desierto, Jesús les advierte a sus discípulos que se guarden de la doctrina de los fariseos y de los saduceos (Mateo 16:6). ¿Será posible que Jesús quiera que entiendan también que no sólo de pan vivirán, sino de todo lo que sale de la boca de Jesús? No es la lección directa explicada en Mateo 16, y tal vez nos extendemos demasiado a llegar a mencionarla, pero podemos decir con seguridad que Jesús desea que ejerzan su fe en Él por esos milagros; no es por accidente que en los próximos versículos va a examinar los creencias de los discípulos sobre su identidad. En otro milagro glorioso, Jesucristo camina sobre el agua (Mateo 14:25-27). Job nos dijo sobre Dios: Él solo extendió los cielos, y anda sobre las olas del mar (Job 9:8). Al meditar en las obras de Jehová, el salmista Asaf recuerda el milagro de la división del Mar Rojo en Éxodo 14:21-22: La voz de tu trueno estaba en el torbellino; tus relámpagos alumbraron el mundo; se estremeció y tembló la tierra. En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas (Salmo 77:18-19). Jesús hace un milagro que ningún otro hombre hizo en el Antiguo Testamento, un milagro sólo asociado con Jehová Dios. Jesús continúa a sanar a los enfermos, y por primera vez leemos que sanó a los mancos también: Se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó (Mateo 15:30). Pero no sólo se ha extendido la sanidad a los mancos; también se ha extendido su ministerio geográficamente a la región de los gentiles al otro del Mar de Galilea. Era la región general donde le pidieron que se fuera de sus contornos (Mateo 8:34); ahora se acercan a Jesús. De acuerdo con profecías de Isaías 42:1-4 que vimos en Mateo 12:17-21 (Pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio… y en su nombre esperarán los gentiles), las naciones son atraídos al Dios de Israel: De manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel (Mateo 15:30-31). Mientras la gloria de Jesucristo sigue en crecimiento en estos capítulos, hay otra manifestación más de su superioridad a la revelación del Antiguo Testamento como las que vimos en la lectura anterior. En un monte alto Jesús se transfigura delante de Pedro, Jacobo y Juan, y resplandece su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz (Mateo 17:1-2). Resplandece más que Moisés cuando bajó del Monte Sinaí (Éxodo 34:29-30), el único ejemplo comparable del Antiguo Testamento. Y cuando está hablando con Moisés y Elías, la voz que habla desde la nube no les llama la atención de los discípulos a los dos profetas sino a su Hijo: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd (Mateo 17:5). Claro que no quiere menospreciar las palabras de la ley y los profetas, pero exalta a la Persona de Jesucristo y sus palabras a un nivel superior y único. Estas manifestaciones de la gloria de Jesucristo, aún en medio de la oposición y las confusiones, tienen su impacto – ¡los discípulos y la gente se someten a Jesús por fe! Los discípulos reconocen a Jesús como Hijo de Dios después del milagro de caminar sobre el agua (Mateo 14:33). Los gentiles ejercen la fe en Él cuando se le acercan para tocarle el borde de su manto en Mateo 14:35-36 y cuando la mujer cananea insiste en que Jesús le dé aunque sea una migaja de su misericordia y su poder para sanar a su hija (Mateo 15:25-28). Y por la revelación del Padre, Simón Pedro reconoce: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16). Y sobre esta roca, la declaración de fe que Pedro acaba de anunciar, Jesús edificará su iglesia, una comunidad nueva arraigada en el reino de los cielos, y las puertas del Hades en toda su oposición y violencia no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18). Y ahora desea Jesús que su fe crezca más cuando les revela otra faceta de su gloria: Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día (Mateo 16:21). La variedad de eventos, lugares geográficos, lecciones y reacciones en estos cuatro capítulos dan amplio lugar para una variedad de aplicaciones, pero vamos a enfocar en sólo dos principales. Primero, ¿cómo contestaría usted la pregunta que Jesús les hizo a sus discípulos en Mateo 16:15? Después de leer casi todo el Antiguo Testamento y los primeros 17 capítulos del Nuevo, después de leer sobre los milagros de Jesús, su justicia y dominio, su misericordia y sus enseñanzas, ¿quién dice usted que es Jesús? ¿Es el Cristo, el único Escogido y Ungido por Dios para reinar eternamente sobre toda la creación en justicia? ¿O es simplemente otro profeta como Elías, Jeremías o Moisés? ¿Es el Hijo del Dios viviente, o es sólo un hombre bueno y misericordioso que los demás malentendían? ¿Es digno de su sumisión completa, o sólo de su respeto de lejos? Segundo, si está de acuerdo con la revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento que Jesucristo es el Hijo del Dios viviente, ¿son suficientes su gloria y su poder para guiarlo y empoderarlo a usted en medio de la confusión y la oposición? Cuando usted enfrenta un mundo que no conoce a Jesús como el Cristo, un mundo que lo malentiende y lo opone, ¿estará dispuesto a seguirlo hasta la muerte (Mateo 16:24-25)? Nuestras respuestas a estas preguntas son clave para ver hasta qué punto hemos entendido y confirmamos las buenas noticas de Mateo en nuestra lectura de la Biblia hasta ahora. Resumen: Jesús ha manifestado su gloria en su ministerio público desde Mateo 4 en adelante, y se han surgido varias reacciones, entre ellas la confusión, la oposición y la fe. Por citar el Antiguo Testamento, Mateo nos guía a los lectores a
responder a la gloria de Jesús con fe. En más detalle: Mateo 11 empieza con una reacción de confusión al ministerio público de Jesús. El profeta Juan el Bautista fue encarcelado en Mateo 4:12 y no ha participado en ninguno de los eventos y las enseñanzas de allí en adelante. Escuchó de los hechos de Jesucristo (Mateo 11:2), pero se supone que la llegada del reino de los cielos incluye la libertad a los cautivos y a los presos, apertura de la cárcel (Isaías 61:1). ¿Por qué se queda Juan en la cárcel, entonces? En vez de simplemente desanimarse, Juan el Bautista hace lo que todos debemos hacer con nuestras dudas o confusiones; las llevó a Jesucristo: Le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? (Mateo 11:2-3) La respuesta de Jesús es impresionante porque se da a entender que hizo todas las acciones descritas allí mismo, delante de los ojos de los discípulos de Juan: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio (Mateo 11:5). También es impresionante porque responde que sí, Jesús está cumpliendo las señales que caracterizan la llegada del Mesías: 1) “Los ciegos ven” – Yo Jehová te he llamado en justicia, y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos… (Isaías 42:6-7) Guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé (Isaías 42:16). 2) “Los cojos andan… los sordos oyen” – En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro, y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y las tinieblas (Isaías 29:18). Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo (Isaías 35:5-6). 3) “Los muertos son resucitados” – Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! (Isaías 26:19) Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío (Ezequiel 37:12-13). 4) “A los pobres es anunciado el evangelio” – Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová, y aun los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel (Isaías 29:19). El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos (Isaías 61:1). Jesús les da evidencia amplia a los discípulos de Juan que es el Mesías, aunque no ha cumplido las profecías sobre la justicia contra los malhechores todavía; no ha quemado la paja en fuego que nunca se apagará como Juan predicó (Mateo 3:12). De todas formas, Jesús les da evidencia más que suficiente para aclarar la confusión de Juan, al punto que le advierte: Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí (Mateo 11:6). Con la respuesta, Juan no se puede quedar en la duda o la confusión; tiene que responder con la fe segura. Es notable ver en Mateo 11 – 13 dos reacciones más de confusión. Los discípulos le van a preguntar a Jesús: ¿Por qué les hablas por parábolas? (Mateo 13:10) Los de la sinagoga de Nazaret van a decir: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? (Mateo 13:54) Con la confusión de Juan, estas preguntas nos permiten ver que aún la gente más cercana a Jesús tenía preguntas o dudas sobre su ministerio y su identidad. Y en todos estos casos, las respuestas de Jesús y la evidencia mesiánica deben ser suficientes para moverlos de la confusión a la fe… o dejarlos fuera del reino de los cielos, culpables por la falta de fe (Mateo 13:57-58). También es notable que Jesucristo y Mateo vayan repetidas veces al Antiguo Testamento para subrayar la revelación de su identidad y gloria: 1) Ya vimos que Jesús cumplió las acciones mesiánicas para contestar la duda de Juan el Bautista. 2) Mide la falta de arrepentimiento de las ciudades alrededor por compararlas con Tiro y Sidón, dos ciudades que son condenadas por su avaricia, materialismo, injusticia económica y soberbia en profecías como Isaías 23 y Ezequiel 26 – 28, y con Sodoma, la ciudad consumida por el juicio divino en Génesis 18:24-25 (Mateo 11:20-24). 3) Responde a la acusación de los fariseos sobre el día de reposo con una referencia sobre el rey David cuando comió los panes de la proposición del tabernáculo en 1 Samuel 21:1-6 (Mateo 12:3-4). 4) Hace referencia a las tareas diarias que cumplen los sacerdotes en el templo si es el día de reposo o no (Mateo 12:5; por un ejemplo entre muchos, véase Números 28:9-10). 5) Cumple la profecía de Isaías 42:1-4 en su compasión a los necesitados y su deseo de callar el entusiasmo por sus milagros (Mateo 12:15-21). 6) Enseña que como Jonás estuvo en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará Él en el corazón de la tierra (Mateo 12:40). 7) Los hombres de Nínive y la reina del Sur (o la reina de Sabá, de 1 Reyes 10:1-10 y 2 Crónicas 9:1-9) van a condenar a los de la generación de Jesús por su falta de fe en Él (Mateo 12:41-42). 8) El impacto de sus parábolas cumple Isaías 6:9-10 (Mateo 13:14-15) y Salmo 78:2 (Mateo 13:35). El propósito de todas estas referencias no sólo es para señalar la verdad de la revelación de Jesús sino muchas veces para demostrar su superioridad también. Corazín y Betsaida no se han arrepentido después de los milagros hechos por la autoridad de Jesús; entonces son dignas de peor condenación que Tiro y Sidón (Mateo 11:20-22). Capernaum, por no arrepentirse a pesar de ser el centro del ministerio de Jesús, es digna de más condenación que Sodoma (Mateo 11:23-24). Jesús y su ministerio es mayor que el templo (Mateo 12:6). Él es Señor del día de reposo (Mateo 12:8). Él y su ministerio es más que Jonás y el suyo (Mateo 12:41), y su sabiduría es más que la de Salomón (Mateo 12:42). De cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron (Mateo 13:17). Jesús cierra la historia de Dios con su pueblo en el Antiguo Testamento: Todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan (Mateo 11:13), y coloca la nueva época del reino de los cielos en una categoría superior, casi incomparable: De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él (Mateo 11:11). Por las referencias a la Sagrada Escritura, Jesús anuncia atrevidamente que su Presencia, dominio y sabiduría que experimentan los de su generación son superiores a las instituciones y los momentos más bendecidos en todo el Antiguo Testamento. Es decir, en estos capítulos de Mateo continuamos a descubrir una nueva e inesperada lectura del Antiguo Testamento – sus profecías, sus leyes y aún sus eventos históricos señalan a Jesucristo y preparan lugar para anunciar su superioridad y su papel único en el plan de Dios por nuestra salvación. Por eso puede decir Jesús: Todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas (Mateo 13:52). Mientras los escribas y los fariseos que oponían a Jesús sólo podían hacer referencia al Antiguo Testamento (y a eso incorrecta o incompletamente), todo escriba docto en el reino de los cielos (es decir, el discípulo preparado en las enseñanzas de Jesús) es como un padre de familia que da la provisión a su familia. Saca de su tesoro cosas nuevas (la nueva revelación del reino de los cielos) y cosas viejas (las referencias al Antiguo Testamento donde estaba escondida la revelación del reino de los cielos). La revelación sobre Jesús y su dominio, de ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento, será la provisión que el docto en el reino de los cielos reparte regularmente a su familia de discípulos. Además de la confusión por el ministerio de Jesús y su clarificación revelada por referencias al Antiguo Testamento, tenemos que notar la oposición en crecimiento también. Los pueblos donde Jesús hizo muchos de sus milagros no se arrepienten (Mateo 11:20). Los fariseos acusan a sus discípulos y buscan alguna forma de acusarle al Maestro también (Mateo 12:2, 10). Toman consejo contra Jesús para destruirlo (Mateo 12:14). Intentan a apagar la fe de la gente por decirle que Jesús echa fuera los demonios por el poder del demonio (Mateo 12:24). Y es notable ver que mientras se endurecen contra Jesús, Él y su luz se apartan de ellos. Jesús declara el juicio venidero a las ciudades que no se han arrepentido (Mateo 11:20-24); les acusa de un pecado que no será perdonado (Mateo 12:31-32); les dice que su maldad se ha multiplicado por haberlo rechazado (Mateo 12:43-45), y les habla por parábolas para que no entiendan (Mateo 13:13-15). Es cierto lo que dijo Jesús en la lectura anterior: No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada (Mateo 10:34). Mientras continúan la enseñanza y el ministerio de Jesús, la oposición aumenta, se endurece y amenaza más. Y Jesús reconoce la soberanía de su Padre en medio de tanto conflicto: Te alabo, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó (Mateo 11:25-26). Hace la declaración más audaz en todo el evangelio de Mateo sobre su unidad con el Padre: Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar (Mateo 11:27). Es decir, Jesús y su Padre tienen un conocimiento mutuo y exclusivo, vedados de todos los demás. Ninguno los puede conocer a menos que el Padre y el Hijo cooperen en revelarse a ellos. No importa cuán avanzado uno piensa ser espiritualmente; no conoce a Dios a menos que se someta a la revelación dada por el Padre y Jesucristo. Y Jesucristo ofrece esta revelación ampliamente: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo los haré descansar (Mateo 11:28). La sumisión a su revelación en el evangelio de Mateo no es una carga pesada sino una invitación a conocer la misericordia de Dios: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11:29-30). En resumen, en Mateo 11 –13 encontramos muchas conversaciones, escenas breves y parábolas que desarrollan los temas de la clarificación de dudas sobre Jesús y su ministerio, su gloria testificada por el Antiguo Testamento, la oposición en crecimiento a su reino y su invitación abierta a todos que se sometan a su dominio tranquilo para hallar descanso para sus almas. En resumen: Jesucristo demuestra la extensión de su autoridad y dominio en Mateo 8 – 9, y a base de ellos, en Mateo 10 manda a sus discípulos que anuncien la llegada de su reino y que ejerzan autoridad como sus representativos.
En más detalle: Mateo 8:1 – 9:34 forma una unidad que demuestra la extensión de la autoridad y el dominio de Jesús. En puntos estratégicos, Mateo interrumpe la narrativa para contar algunas reacciones destacadas al Cristo, y por medio de ellas interroga al lector: ¿Va a seguir a Jesucristo también? Luego, Mateo 9:35 – 10:42 presenta el segundo pasaje extendido de la enseñanza de Jesús (el primero fue el Sermón del Monte). Aquí manda a sus apóstoles (y a sus discípulos presentes) que anuncien la llegada de su reino y que ejerzan autoridad como sus representativos. Ahora veamos este párrafo de introducción paso por paso: 1) Mateo 8:1 – 9:34 forma una unidad que demuestra la extensión de la autoridad y el dominio de Jesús. Note que los milagros son presentados en grupos. Mateo 8:1 – 15 narra tres milagros principales que sirven a la gente marginalizada: Jesús sana a un leproso, al siervo de un gentil y a una mujer. Nos demuestran su compasión a los marginalizados y su poder para sanarlos. Luego, Mateo 8:23 – 9:7 narra tres milagros principales que demuestran su poder sobre el mundo natural y espiritual: calma una tempestad, echa fuera a un ejército de demonios y por sanar a un paralítico, demuestra su poder para perdonar pecados. En el tercer grupo, Mateo 9:18-34 presenta cuatro milagros de su autoridad sobre los poderes malignos más fuertes en la tierra: sana a una mujer de una enfermedad persistente, levanta a una muerta, sana a dos ciegos y libra a un mudo endemoniado, uno que fue cautivado completamente por el demonio. ¡No hay ningún poder en la tierra ni ningún ser espiritual que resista la autoridad de Jesucristo! 2) En puntos estratégicos, Mateo interrumpe la narrativa para contar algunas reacciones destacadas al Cristo, y por medio de ellas interrogar al lector: ¿Va a seguir a Jesucristo también? Después del primer grupo de milagros (Mateo 8:1-15), vemos la reacción de la gente: Cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos (Mateo 8:16). Un escriba le dice: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas (Mateo 8:19; un escriba era uno que copiaba la Sagrada Escritura a mano, letra por letra, en esta época sin fotocopias ni prensa. Por copiarla tanto, llegaban a ser expertos en la palabra de Dios). Jesús le responde por hacer que considere el precio material alto que pagará por servirle y la pérdida de las comodidades: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza (Mateo 8:20). Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierra a mi padre (Mateo 8:21). Jesús decisivamente le manda a poner su relación con Él a una prioridad incomparable con las demás relaciones en la tierra: Sígueme; deja que los muertos entierren a los muertos (Mateo 8:22). Con cada ejemplo, Mateo deja una interrogativa para el lector: ¿Así se acercaría usted a Jesucristo? ¿Dejaría todas las comodidades por Él? ¿Dejaría aún a las relaciones más estrechas y cercanas por servirle a Él? Dentro del segundo grupo, Mateo compara tres reacciones de asombro a la autoridad de Jesucristo. En la barca, los discípulos manifiestan lo que en el Antiguo Testamento es llamado el temor de Jehová: Los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? (Mateo 8:27) En la tierra de los gadarenos, el pueblo se asombra también pero desean alejarse de Él: Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos (Mateo 8:34). Después, algunos de los escribas piensan que Jesús blasfema por decir que los pecados del paralítico son perdonados (Mateo 9:3); Jesús les demuestra, y la gente reconoce, que tiene poder para perdonar pecados (Mateo 9:8). Por estas reacciones, Mateo le pregunta al lector: ¿Qué hará usted con su asombro al dominio poderoso y justo de Jesucristo? ¿Se va a maravillar en su Presencia? ¿Se alejará de Él? ¿O insistirá que es blasfemo, la contradicción de la justicia de Dios? Después del segundo grupo de milagros, cuenta tres reacciones más (Mateo 9:9-17). Jesús llama a un publicano que deja todo para seguirlo. (Un publicano era un judío que participaba con los opresores romanos para sacar impuestos de su propio pueblo, muchas veces cobrando más que lo debido para enriquecerse. Eran considerados traidores por comprometerse con los gentiles para enriquecerse a expensas del pueblo de Jehová). Después, los fariseos se confunden al ver el compañerismo aparente entre Jesucristo y los publicanos y pecadores (Mateo 9:10-11; los fariseos eran hombres que, con deseo de andar en santidad, se dedicaban de tiempo completo a estudiar, discutir y cumplir todas las leyes del Antiguo Testamento y las tradiciones que habían crecido alrededor de ellas). Jesús les llama a dirigir su atención no sólo a la santidad personal sino a la compasión y el amor manifestados en las relaciones interpersonales, relaciones por las cuales uno dirige a los otros a arrepentirse y encontrar el perdón de Dios: Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento (Mateo 9:13). Luego, los discípulos de Juan el Bautista llegan a Jesús con una inquietud sobre la falta de ayuno de sus discípulos, a que responde que se ha inaugurado una época nueva de celebración de la llegada del reino de los cielos en su Persona (Mateo 9:14-17). Note que en los tres casos (el llamado del publicano Mateo y las inquietudes de los fariseos y los discípulos de Juan), Jesús rompe el molde de las expectativas comunes y llama la atención a su Persona: Dice: Sígueme, a un pecador arrepentido; anuncia que su llegada cumple el deseo de Dios de poner prioridad a la misericordia, aun a los pecadores; y llama la atención al gozo y la celebración, todo por su Presencia. Note bien que Jesús no simplemente habla en generalidades – con autoridad llama a un pecador que en arrepentimiento lo siga a Él; establece las prioridades de la religión por su llegada; redirige las prácticas de la piedad personal por la razón de que Él está presente. ¡No sólo manda nuevas acciones sino que las manda por resultado de estar con ellos! Jesús tiene una autoridad incomparable entre los seres humanos. Brevemente en el tercer grupo, Mateo indica tres veces las reacciones de toda la gente, en crecimiento. Después de resucitar a la joven muerta, comenta: Se difundió la fama de esto por toda aquella tierra (Mateo 9:26). De los dos ciegos sanados dice: Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra (Mateo 9:31). Y al sanar al mudo endemoniado: La gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel (Mateo 9:33). Pero mientras la admiración de la gente crece, note que la oposición al reinado de Jesús evidente desde la matanza en Belén vuelve a manifestarse, esta vez por las palabras de los fariseos (Mateo 9:34). Otra vez Mateo deja por entendida una pregunta al lector: ¿Seguirá a Jesús a pesar de la oposición de los líderes religiosos de su comunidad? Intercaladas en toda la narrativa son las menciones breves de la fe. Es la reacción apropiada al dominio glorioso de Jesús y su potencial. La manifiesta el leproso (Mateo 8:2), el centurión (Mateo 8:8-10, 13), la gente que le trajo a los endemoniados y los enfermos (Mateo 8:16), la mujer enferma de flujo de sangre (Mateo 9:20-21) y los dos ciegos (Mateo 9:28-29). Sirven de ejemplo en cómo responder a Jesucristo, mientras Jesús subraya que así respondieron Abraham, Isaac y Jacob a las noticias de su reino también (Mateo 8:11). En todo, Mateo no simplemente narra milagros – los escoge con intención para hacer resaltar el dominio justo y glorioso de Jesucristo, el reino que ha llegado al estar presente su Persona. También señala las reacciones de fe y de admiración de toda la gente para despertar una reacción de fe en los lectores también. 3) Luego, Mateo 9:35 – 10:42… manda a sus apóstoles (y a sus discípulos presentes) que anuncien la llegada de su reino y que ejerzan autoridad como sus representativos. Mateo 9:35 sirve de resumen a la unidad de milagros e introduce la nueva sección, igual como esta frase sirvió en Mateo 4:23: Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio en el reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 9:35). Le impresiona otra vez las necesidades que padecen sus súbditos: Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor (Mateo 9:36). Como primer paso, manda a sus discípulos que oren: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies (Mateo 9:38). Y en respuesta a sus oraciones, llama a doce de ellos para servir como pastores en su reino, dándoles una autoridad extendida parecida a lo que Él tiene, una autoridad que tienen que dirigir en sumisión a su autoridad real principal: Les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia… A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones (Mateo 10:1, 5). Note que las instrucciones a los doce refieren a esta misión específica y también a su misión en general, en el futuro. En referencia a esta misión específica les manda: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mateo 10:5-6). Después de su resurrección va a quitar los límites a estas instrucciones: Id, y haced discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19); me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hechos 1:8). Además de las instrucciones temporales, en Mateo 10 Jesús les da instrucciones que serán permanentes en su ministerio, evidentes por las referencias al día del juicio (Mateo 10:15, 23, 28, 32-33, 40-42). Note que con esta gran autoridad vienen grandes desafíos también. Los apóstoles no pueden cobrar ni lucrarse por sus milagros (Mateo 10:8); dependen del Señor por su provisión y recompensa (Mateo 10:9-10). No van a poder vengarse de la gente que no recibe su mensaje o que los persigue; tendrán que confiar en la llegada del juicio en el día indicado por el Señor (Mateo 10:14-15). Obedecerán al Señor en ser mandado a situaciones y regiones peligrosas (Mateo 10:16), y sufrirán persecución violenta, aun la muerte (Mateo 10:17-18, 21-23, 28, 34-36, 38). A la vez, serán utilizados por el Señor grande y milagrosamente para el alivio de los necesitados (Mateo 10:8). Serán instrumentos de su paz (Mateo 10:11-13). El Espíritu Santo va a hablar por ellos (Mateo 10:19-20). Estarán bajo el cuidado cariñoso y detallado del Padre (Mateo 10:29-31), y tendrán una recompensa eterna (Mateo 10:32, 39, 40-42). En resumen, Mateo 8 – 11 nos da un retrato impresionante, aun asombroso, de la extensión del dominio de Jesucristo y su preparación de 12 discípulos para ejercer autoridad en sumisión a Él. Va a requerir gran perseverancia en medio de la oposición violenta y la muerte, pero confían en Jesucristo por la justicia y la recompensa eterna en la llegada completa del reino de los cielos. En resumen: Mateo 5 – 7, el famoso Sermón del Monte, es el primer pasaje de enseñanza extendida por Jesucristo en el Nuevo Testamento. Como la sabiduría en el libro de Proverbios, Jesús enseña a sus discípulos para prepararlos por la vida diaria en su reino. Pero a la vez demuestra: He aquí más que Salomón en este lugar (Mateo 12:42).
En más detalle: Leímos casi al final de la lectura previa: Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mateo 4:23). Y en la lectura para hoy tenemos un ejemplo extendido de su enseñanza, aunque al aire libre en vez de en una sinagoga. Si nos acordamos de las enseñanzas de la sabiduría en el libro de Proverbios, veremos algunos enlaces…pero transformados por la autoridad de Jesucristo. Por ejemplo, en el libro de Proverbios, el padre, la mujer sabiduría, el rey Salomón y los otros sabios enseñaron para prosperar al oyente: Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría… Largura de días está en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz (Proverbios 3:13, 16-17). Jesús también habla de la bienaventuranza de someterse a su instrucción… pero no llega en la forma esperada: Bienaventurados los pobres en espíritu… Bienaventurados los que lloran… (Mateo 5:3, 4) ¡El bienaventurado sufrirá pobreza, tristeza, hambre, sed y padecerá persecución! Pero persevera porque anhela un tesoro más grande que la plata y el oro, un tesoro donde la justicia y la rectitud anheladas en el libro de Proverbios reinan en todo poder y soberanía en toda la creación – el reino de los cielos manifestado aquí en la tierra. Por el incomparable valor de este tesoro puede decir Jesús: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros (Mateo 5:11-12). Note que Jesús prepara a sus discípulos con anticipación – por seguir sus palabras, van a padecer la misma clase de persecución que le ha amenazado desde los primeros capítulos del evangelio. Pero el valor del reino de los cielos la supera. Acuérdese también que uno de los propósitos de la enseñanza en Proverbios era para guardar al lector del mal: La discreción te guardará; te preservará la inteligencia, para librarte del mal camino, de los hombres que hablan perversidades… Serás librado de la mujer extraña, de la ajena que halaga con sus palabras (Proverbios 2:11-12, 16). Jesús también enseña para guardar a los discípulos del mal, no tanto del hombre malo y la adultera directamente sino de los peligros internos como la amargura, la lujuria, la hipocresía religiosa y la avaricia que pueden abrir lugar en el corazón a su influencia. Al final de todo les advierte de los falsos maestros que vienen vestidos de ovejas pero que por dentro son lobos rapaces. El verdadero discípulo sabrá proteger a su propio corazón e identificar a los falsos maestros por internalizar y poner en práctica las palabras de Jesucristo: Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca (Mateo 7:24). El libro de Proverbios enseña por muchos medios retóricos diferentes – por discursos, parábolas, dichos breves llamativos y comparaciones con el mundo natural. Jesús los utiliza todos y como un rabino judío añade dos más – da comentarios sobre algunos mandamientos y leyes del Antiguo Testamento y enseña una oración. Así que Jesús expande la extensión de la sabiduría en el libro de Proverbios para incluir la piedad diaria personal del discípulo. Note en especial como Jesús habla con autoridad. El rey Salomón habló o recopiló muchos de los dichos en Proverbios, pero la autoridad viene de la sabiduría, un personaje literario en forma de mujer que representa la sabiduría de Jehová. Pero Jesús declara que su autoridad viene de Sí mismo. En vez del anuncio de los profetas que dijeron: Así ha dicho Jehová…, Jesús cita leyes del Antiguo Testamento y anuncia: Pero yo os digo… (Mateo 5:22, 28, 32, 34, 39, 44). Jesucristo mismo juzgará quiénes pueden entrar o no entrar al reino de los cielos (Mateo 7:23). Y la entrada del verdadero discípulo depende de su atención y práctica de las palabras de Jesús (Mateo 7:24-27). Toda la autoridad del Sermón del Monte no está centrada en una figura literaria ni en el Padre celestial sino en una Persona de carne y hueso, en el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Al considerar todo esto, podemos ver que el reino de los cielos gobernado por Jesucristo supera aún la bienaventuranza de la sabiduría en el libro de Proverbios. No la contradice ni está en competencia con la ella sino que la extiende, la engrandece, la profundiza y sobre todo la concentra en la Persona de Jesucristo. Por eso, el morar en el reino de los cielos en la justicia de Jesucristo será mejor que morar en el reino de Salomón, el ápice de la justicia y la sabiduría de Israel. Mientras lee el Sermón del Monte, utilice este esquema para organizarlo y enfocar su atención: La realidad interior de los súbditos del reino (Mateo 5:1-16) – Aquí Jesús identifica las virtudes que guardan sus verdaderos discípulos. Las relaciones entre ellos (Mateo 5:17-48) – Aquí Jesús utiliza la ley como base para describir el manejo de las relaciones interpersonales. La religión en su reino (Mateo 6:1-18) – Jesús les enseña a sus discípulos la verdadera piedad personal diaria en relación con Dios. Las riquezas en su reino (Mateo 6:19-34) – Jesús les enseña cómo manejar los bienes terrenales y las preocupaciones materiales de la vida. La reprensión en su reino (Mateo 7:1-6) – Jesús indica las actitudes correctas que guardar antes de reprender a otro por alguna ofensa. El ruego en su reino (Mateo 7:7-12) – Jesús nos enseña a perseverar en la oración… y con qué actitud recibimos las peticiones de los demás. Los riesgos en su reino (Mateo 7:13-27) – Jesús ayuda a sus discípulos a identificar a los falsos profetas por su falta de atención y de práctica de sus palabras. Hay mucho más que podemos decir sobre cada sección y aún cada versículo, y Dios mediante habrá tiempo en el futuro para eso, pero por ahora tenemos una fundación adecuada para entender, apreciar y empezar a poner en práctica las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte. |
AutorRev. Ken Kytle, pastor de la Iglesia bautista La fe en Cristo cerca de Atlanta, Georgia, EEUU. Archivos
Abril 2014
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